La Historiadora



En algún momento de la adolescencia, casi todos hemos sentido una atracción especial hacia los vampiros. Parte por la identificación de aislamiento, parte por lo seductor que es el concepto en breves escalas. Se establece al vampiro con la noche, con la seducción, la fuerza, la intolerancia. El dominio de un entorno al que muchos le temen. El vampiro nunca va a morir, nunca envejece. Esta condenado a vivir por las noches, a no ver nunca la luz del sol. Como adolescente, eso es algo a lo que uno se puede adaptar sin ningún problema

Su nombre es Elizabeth Kostova y en 2005 salió a la luz su primera (y tormentosa) novela “La Historiadora”. A lo largo de 10 años, Kostova realizó exhaustivas investigaciones para darle credibilidad a un mito. Pareciera ser que al final su intención no fue darle sustento firme y (hasta cierto punto) coherente al mítico personaje por el que todos los demás deambulan. El resultado final resulta en una meditación acerca de su propia aventura, su propia vida y su propio mito, a los que con gusto y destreza nos invita a formar parte.

La narradora, quien se presenta como una ingenua pero perspicaz joven, ha heredado el gusto por la historia, un hambre que no se puede saciar. Descubriendo, en aras de la curiosidad, cartas antiguas e intrigantes de su padre, su búsqueda por conocimiento y experiencia inicia, primero indagando a Paul, su padre, sobre el origen de tales cartas y la legendaria aventura que tuvo (tiene) que sortear para estar donde esta en la actualidad. Durante detallados y narrativamente brillantes paisajes/escenarios, Paul transmitirá su historia, iniciándose con la desaparición de su amigo y mentor Bartolomew Rossi y su posterior frenética búsqueda, convencido que su captor es el legendario y sanguinario Vlad Tepes, quien logro burlar la muerte. Paul, tiempo después, emprenderá su propia búsqueda (una más personal) abandonando momentáneamente a su hija, pero también cimentándole la iniciativa de realizar su propia búsqueda, una que pareciera no tener mayor pretensión, pero con la que finalizara inevitablemente cambiada.

Así, la narración se divide en varios tiempos. La narradora (de quien nunca sabemos su nombre, aunque presumiblemente se trata de la misma Kostova, en un alter/ego ficticio) tendrá en su posesión largas cartas donde Paul describe su aventura, su roce con diversos historiadores, expertos, bibliotecarios y por supuesto, Helen, el elemento que dará cierta conclusión al ciclo, cuya importancia es abrumadora desde el primer casual encuentro. A su vez, Paul posee las cartas de Rossi, donde de igual manera, detalla su historia y su brutal obsesión que, como hombre de ciencia e historia, lo consumirá aún cuando haya decidido (por obligación o por convicción) alejarse de tan temible reto. La clave de todo el enigma, del que Helen, Paul, Rossi, la narradora y varios personajes más giran alrededor, es lo que esconde la tumba de Vlad III. El enigma en si mismo encierra una gran interrogante, de la que las leyendas se extienden hasta niveles extenuantes. Drácula.

Diez años le tomo a Kostova llegar a una determinación, a una decisión. Por el año en el que fue publicado, el libro se considero una versión de “El Código Da Vinci” de Dan Brown, centrado en la poderosa figura de Drácula. Nada más lejos de la verdad resulta tal presunción, independientemente de que el libro de Kostova llevaba gestándose mucho antes del de Brown. Ganadora del Hopwood Award que entrega la Universidad de Michigan (premio que gano, entre varios, Arthur Miller) antes de haberse finalizado, el libro narra una aventura que se sembró en base a las leyendas que su padre le contaba, acerca del vampiro, acerca del mito y las leyendas.

Kostova no muestra ni una duda en avanzar hacia lo que quiere narrar. El significado de la vida aventurera que esos cuentos contenían. Cada país, pueblo, escenario esta cargado de tal descripción y belleza que uno puede sentirse en el lugar al pasar las hojas. Fundamentalmente, es un testimonio del amor, respeto, dolor y admiración que Kostova siente por la historia, por quienes la hacen, por quienes la conservan y por la importancia que hemos dejado de percibir. Cerca del final, uno por fin entiende que todo (absolutamente todo) esta ahí, existe, se puede encontrar. Únicamente hay que tener la decisión y la dedicación de buscarlo. La expedición de cada personaje siempre inicia, transita o termina en un lugar: las letras, las bibliotecas, los libros.

Todo inicia con un libro, uno antiguo que aparece en el destino de los personajes, con las páginas en blanco y en el centro un majestuoso dragón. El dragón, de la histórica orden del dragón. La historia, con muchos problemas, confirma que Vlad Tepes existió, su salvajismo fue real. Los mitos pueblerinos posteriores a su muerte (aquellas donde se decapitaban y enterraban una estaca a los cadáveres) tienen un sustento genuino. Y Drácula es una leyenda que cada año se hace más vigente. Llena de reflexiones que, de lo personales, se sienten anexas e identificables, Quizá Kostova no fabrica un personaje complejo, detallado o emblemático, pero sí condensa una vasta información acerca de Vlad y trata de ubicarlo en un contexto real y su trascendencia a través de los años (hay espacio para los comunistas y las guerras mundiales), a pesar de su abrupto y sesgado desenlace

¿Es un error transgredir el mito y convertirlo en realidad? Cada quien tendrá una respuesta a eso. En una meditación casi inmediata, La Historiadora ha sido uno de los libros que más me han causado dolor despedirme. Eso hacen los buenos libros, los maravillosos, se despiden, se marchan dejando un profundo dolor y un hermoso recuerdo a su paso
A

5 comentarios:

Joel Meza dijo...

(Paréntesis antes de leer esta entrada: qué "fildeada" en el final del juego de estrellas y qué buen final. Creí que ya no lo alcanzaba en la tele y pude ver desde la entrada 12...)

adayin dijo...

Espectacular. Completamente de acuerdo. De hecho, lo vi por partes, antes de ir hacia mi casa, la americana todavia no empataba y creía que ya no lo alcanzaba a ver. Llegue justo en el cierre de la 13va entrada.

El último en el mítico y legendario Yankee Stadium... que dolor no haber estado ahí en vivo

Joel Meza dijo...

Me gustaría ver a del Toro hacer otra película de vampiros y no me refiero a Blade, sino a Cronos. Ese acercamiento al vampiro se siente mucho más apropiable, que piezas altamente estilizadas (y totalmente disfrutables en otro nivel) como la de Coppola.
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Supongo que The Historian ya debe estar recibiendo alguna especie de tratamiento por parte de algún productor... no la he leído, por cierto.

adayin dijo...

Esos del NYTimes la aniquilaron, destrozaron la novela, tal cual. Muchos de mis amigos me dijeron el clásico "esta chida, pero esta medio cansada".

Ir predispuesto a algo siempre tiene repercusiones... por mi parte, la disfrute demasiado. Te la recomiendo bastante, Joel, creo que te va a gustar...

Y lo de Del Toro... me da un chorro de gusto que vaya a hacer The Hobbit y Hellboy 2 me gusto (nada mas). Pero me quedare añorando su version de Lovecraft de At the Mountains of Madness

traveling cats dijo...

gracias por darme k leer :P