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5 razones


Todos tenemos favoritos. Los gustos ayudan mucho a entender a una persona, las inclinaciones que tiene, sus comportamientos, sus actitudes y acciones. Bueno, alguna vez especialistas revelaban que los gustos ayudaban a descubrir la cultura de un individuo, sus capacidades intelectuales, sus orientaciones sexuales y hasta posibles profesiones futuras (según) Aunque es una realidad que también ocultan sentimientos que a la persona le incomodan. A veces, el gusto por algo en particular es auto impuesto, no elegido.

Cualquier favorito tiene su justificación, pero la respuesta más honesta y verdadera, es la simple elección de consumir todo aquello que nos agrada. El puro gusto. Personalmente creo haber dejado bien en claro que lo mío es el gore. Pero referencial y especialmente, mis películas favoritas son las “de zombies”. Y por encima de toda la reflexión social, moral, temática que muchas cintas orientadas en los muertos vivientes tienen, pocas cosas disfruto tanto como ver a un zombie en pantalla, ensangrentado, hambriento. Da lo mismo si camina torpemente o corre con una destreza envidiable, su motivación es la misma: responder y actuar al único instinto que conserva. Sin lugar a dudas, la reflexión que parecen tener, por ejemplo, las cintas de George Romero son la base del legado y estatus de culto que tienen. Reflejar lo peor, lo básico, lo consumista, lo destructivo, lo inhumano, lo patético, lo vil y (curiosamente) lo mejor de la naturaleza humana, oculto en un sobreviviente o en un hambriento cadáver.

En ese marco, la mención especial es al cada vez más interesante Festival Morbido, por su estupenda programación en su edición del 2009 (que incluía títulos como Trick ‘r treat, The Human Centipede, The Hills run Red, etc) por su proyección de cine de horror clásico en panteones y desde luego por evitar la espera del estreno comercial de la cinta Zombieland (Fleisher, 2009) una de esas que poco pude hacer por resistirme a venerar, aplaudir y emocionarme. Tratando de ser breve, uno tiene que compartir la emoción

1. "Don’t kill me with my own gun" - Las películas de zombies llaman la atención tan rápido como alejan al mismo publico curioso. Generan interes porque son cool, porque no lo son, porque están de moda, porque no. Evidentemente, el resultado es una saturación del mismo cliché y una enejada caducidad que presenta cada nueva cinta con toques visuales similares. Esta no es la primera cinta que combina la sanguinaria característica del cine de zombies y la comedia negra (como tampoco lo fue la fantástica Shaun of the Dead) pero a diferencia de varias (me viene el ejemplo de la australiana Undead) el enfoque parece un poco más refinado, más renovado y más atinado. Finalmente, es claro que cada película del género habla de su tiempo actual, de su momento histórico y de la aspiración hacia un futuro, a veces nublado, a veces optimista. Si los tiempos actuales son así de críticos (las características de los sobrevivientes) así de crueles (solo atletas y viciosos sobreviven) así de desorientados y vacíos, la presencia o ausencia de peligro no cambia con muertos vivientes o sin ellos.

2. "Thank God for rednecks" - Y si el esquema no basta, el concepto visual es mucho más propositivo. Las numerosas reglas para sobrevivir a una invasión inexplicable de zombies son presentadas, ya no como video musical. Si bien la década marco la invasión de los nerds y sus gadgets (las cintas basadas en comics y videojuegos, estos últimos que son vitales para la economía de un país, redes sociales que para muchos son una necesidad) el estilo es eminentemente digital, estructurado para aquellos que viven rápido, consumen todo lo que la tecnología les presume y con cada nueva regla, viene una nueva modalidad. ¿Estorba? Para nada. Uno quisiera ver todas las reglas que el protagonista Columbus (un somnoliento y robótico nerd) a modo de resumen extenso.

3. "Have you ever read the book She´s not that into you?" – Para que funcione, es indispensable la correspondencia entre espectador y protagonistas. El grupo de sobrevivientes es tan miserable como aquellos motociclistas comandados por Tom Savini en 1978. Igual de traicioneros, de ociosos, de agresivos y de asesinos. La prisa de toda la trama les impide matarse entre ellos, problemas mayores se atraviesan en el camino. Pero a pesar de separarse y encontrarse tantas veces como es posible, pueden crear una fraternidad, una comunidad repleta de dudas, complejos, desconfianzas y protección. A uno le interesa que esa relación se mantenga. Y también se termine.

4. "He’s in the ass kicking business and business is good" – No hay peor miedo que el miedo de fracasar, dicen muchos. De una manera, la frase resume todos los miedos posibles, todas las fobias. El miedo de Columbus no es la excepción. Se puede analizar en muchas variables, una de ellas la aceptación a uno mismo, sin mascara o, en este caso, sin maquillaje. Más reconocible no pudo ser para mí. Porque igual que el protagonista, sin importar la explicación o el fundamento, no hay nada que me produzca mas terror que un payaso (ya, lo confesé, tarde años en dormir bien después de ver It) De tal forma que el desenlace tenía que ser espectacular, situado en un lugar que tiene su ángulo peligroso: la feria (sede de interpretaciones generacionales de pánico y paranoia, como en The Warriors o en The Lost Boys) rodeados de la última horda de amenaza, el bestial payaso zombie. La situación cambia, la aspiración cambia y, por supuesto, las reglas cambian. Uno las atraviesa aunque no quiera (yo no quiero y no las atravieso)

5. "Let’s play the quiet game" – Temática, narrativa, estilísticamente es muchas cosas. Muchos ya lo saben, otros no. El cameo cerca de la mitad de la cinta es enorme, glorioso. Incluso si se sabe antes de ver la cinta, no deja de ser absurdamente sorprendente todo lo que sucede en ese arco. Pero un bono aparte. El llamado “hook” es algo que atrapa, en el inicio de la cinta, la atención de la audiencia y no la suelta para revelarlo al final (por ejemplo, Fight Club o Swordfish) La cinta empieza rápido y con mucha violencia. Es una cinta sangrienta. Pero nada puede prepararnos para su poderosísima secuencia de créditos. Gráfica, resumida, puntual… musicalizada por Metallica y su “From whom the bell tolls” (de esos rolones que, sin tener un riff tan trashero, suenan malas malas malas) Con un inicio así, no hay pierde. No hay más que sentarse, boquiabierto, a disfrutar.

Re-Animator


Siempre existe espacio para la duda. Es injusto (y hasta absurdo) pretender reflejar la opinión que da uno sobre una película, basándose en las circunstancias en que la reviso. Una cinta debe juzgarse por lo que es en pantalla, no por el estado de animo del espectador, la comodidad o falta de ella, el día, la noche, lo que sea.

El caso es que siendo mi estilo el que es, la tendencia de películas que disfruto por el género y el supuesto clásico que decidí por fin revisar, me sorprende que la cinta me haya decepcionado profundamente. Pero por encima de la decepción, creo que la sensación fue de una desoladora frustración. Indudablemente, Re-Animator (1985) tiene muchas características que han ayudado a convertirla una cinta de culto, favorita entre los fanáticos del cine gore, con secuencias imitadas y repetidas, que también preceden de elementos similares. Su director, Stuart Gordon, también goza del respeto de los leales al género y esta en ese peldaño donde es difícil cuestionar su reciente trabajo por lo que representa su trayectoria (aunque me guste King of Ants, es de lejos uno de sus trabajos más flojos)

No hay mucha seguridad en decirlo, pero de haber tenido la oportunidad de ver esta cinta, sin ninguna referencia, probablemente la hubiera disfrutado. A lo que voy es a una casi-norma de cualquier adaptación literaria a la pantalla grande: “nunca va a ser mejor que el libro”. Personalmente, no soy de esa opinión que tiene varios argumentos válidos, pero se enfoca en una especie de prohibición, de mandamiento encerrado y exclusivo. Pero, en este específico caso, tengo que admitirlo: la versión de Gordon y compañía palidece terriblemente con la excepcional obra de H.P. Lovecraft, la cinta esta a años luz de poseer los elementos más interesantes, atrayentes y adictivos de ese serial de cuentos, que, curiosamente, forma parte de aquellos escritos renegados por su autor, argumentando presiones, formatos y libertad limitada.

La historia narra a Herbert West, médico con delirios de grandeza, que ha creado una fórmula para re-animar (revivir) a los muertos y las desventuras que tiene que pasar en compañía de su único amigo y compinche, el narrador, para conseguir que el experimento sea exitoso, sin importar la forma, el método y mucho menos las consecuencias.

El show de Gordon sigue una trayectoria, en contenido, similar, ubicando la trama en los ochenta (el cuento danzaba a principios de siglo) colocando a sus personajes como estudiantes de medicina (ya no como doctores) dotando de mayor dimensión a West, enemistándolo desde un inicio con todo pero evidenciando un carisma mayor, beneficio directo de Jeffrey Combs y todas sus expresiones maniáticas. West se apropia de cuanto espacio encuentra, alardea, presume e irrita; sus compañeros de cuadro (porque actores no se les puede llamar) están ahí como parte de la utilería, actoral y narrativamente y con esa base, Gordon desarrolla un lenguaje repleto de referencias, de inspiraciones y de recreaciones que al final, parece que solo él entendió.

¿Cuál es el coraje? Quienes la vieron, la cinta no se pone delicada a la hora de mostrar violencia gráfica, sus galones de sangre y sus sustos cotidianos. Una cinta así, en base a lo que esto escribe, debería formar parte del catálogo favoritas/recomiendo, pero no, lo más alejado a eso. Kurosawa siempre propuso adaptaciones donde solo la base era parte de su creación (de McBain o de Shakespeare), Gordon quiere manejar una sutileza similar, pero no puede ceder a la tentación de incluir las anécdotas mas emotivas del relato, corrompiendo su propia propuesta y entregando un producto que, basándonos en el texto original, no puede ser más que mediocre y complaciente (y no es excusa que el presupuesto les impidió recrearla en época y espacio propio)

Una verdadera lástima, para mi por supuesto, que una película que tomaba una de las novelas más entretenidas, con un formato creado de forma excepcional, con características que deformaban una inspiración y la llevaban un paso adelante (Lovecraft parodiaba la novela clásica de Mary Shelley) haya resultado tan profundamente decepcionante. Seguirá siendo un referente y una obra de culto para aquellos que presumen el poder de encasillarla de esa forma, pero la esperanza debería ser que la cinta inspirara a la gente a buscar la novela original, situación que por practicidad, nunca se va a dar.

Hatchet


Hay anécdotas que suelen ser mucho más interesantes que toda una historia. Hay que reconocerlo, todos tenemos una adicción por el detalle bastante incomprensible. No podemos escuchar todas las anécdotas y algunas no necesitan ser escuchadas. La de Adam Green no entra en las últimas. El director de la tan celebrada cinta Hatchet (2006) ha contado esa anécdota en cada festival que se ha presentada, a cada persona que no le ha preguntado y hasta en los extras del DVD esta narrada a detalle.

La anécdota no es breve (si la quieren checar esta en este link) pero involucra la forma en que Green conoció la música (su principal motor), en específico el glam rock (me niego a considerarlo dentro del metal) principalmente vía la inmortal (y en ocasiones ridícula) imagen de Dee Snyder y la forma en como el líder de Twisted Sister le respondió una carta que cambio la vida de Green.

Hatchet, entonces, cobra vida como el sueño más emblemático de su director y una especie de recreación a todo lo que veneraba de niño, todo lo que formo parte de su evolución a adulto y como cada episodio de su vida seguirá arrastrando la anécdota de vincularse con su ídolo Snyder, a quien por más extraño que parezca también le rinde tributo.

Varios amigos se lanzan al Mardi Grass en Nueva Orleans, supuestamente para ayudar a uno de ellos a olvidar y superar una relación con su novia que fracaso después de 8 años. Tal amigo no tiene ningún interés por el desfile (mucho menos por sus tradiciones con los collares…. ¿cómo pa que?) y si demuestra atención a un famoso paseo en lancha a través de un pantano que se dice hechizado y maldito, donde todas las tragedias inician. En compañía de uno de sus amigos, un arremedo de guía, dos actrices porno, su director, una pareja de amables viejecillos y una misteriosa mujer (jaja) emprenden tal recorrido para, por supuesto, descubrir que el pantano nada de legendario tenía, todo era demasiado real.

Real para ellos, los personajes, porque una vez que el encargado de convertir todo esto en un slasher aparece, sus métodos destructivos son exquisitamente ridículos, por no decir ridículamente exquisitos. El asesino de nombre Victor Crowley es una deformidad desde nacimiento, al que le hacían burla y cuyo padre resguardaba cuidadosamente en casa, creyendo que de esa forma lo protegía. La casa merodea el pantano. Ellos llegan al pantano. Crowley nunca abandono el lugar.

Green creció viendo todo lo slasher que se encontró y se nota en cada secuencia. Crowley es capaz de desprender articulaciones completas de sus victimas en un solo movimiento, despellejar cabezas, levantar y estrellar cuerpos a placer. Pero también es lo suficientemente torpe para que con un empujón caiga al suelo desmayado, permitiendo que los inocentes crean que se han salvado de tal situación. Paso por paso, letra por letra, Green sigue el esquema que como fan añora y ansía vivir, muertos apilados, asesinatos en las formas más bizarras y suculentamente gráficas y un asesino indestructible asechando, en el más sepulcral silencio, y descontando personajes.

Como autentico fan en posesión de una cámara de cine, un equipo completo y un millón de dólares para recrear su sueño, Green se enreda en su propia autocritica. Sabe que no esta construyendo nada innovador, no pretende ganar premios, ni quiere ser la película que cambie el rumbo de la cinematografía actual. Es un fan, haciendo una película para él y otros como él. No puede esconder su emoción de contar en sus filas a leyendas de ese género como Tony Todd o Robert Englud, como tampoco puede esconder su autentica emoción de estar creando algo similar a lo que él atesora. Como fan, no pude dejar de reír en toda la cinta y aplaudir el brutal exceso de sangre y tripas que se muestra. Nadie tiene de malo eso, pero tampoco puede exigir un interés mayor al que ya le han dado.

Es una destrucción sin sentido, sin origen y sin final. Aunque ese final, tengo que reconocerlo, casi me hizo sucumbir ante todo el encanto que Green quiso imprimir en toda la historia. Hatchet es más una anécdota, como la que su director cuenta sobre Snyder. Nada más, pero nada menos.



Hatchet (2006)

Dir y guión: Adam Green

Actúan: Joel Moore, Tamara Feldman, Mercedes McNab