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Not - This - Time



Y añadiendo, nunca jamás.

Si, lo tenía que hacer, lo tenía que decir, lo tenía que expulsar. Si no lo sacaba de mis entrañas, mutaría en una enfermedad.

¿Cuál pudiera ser la lección?, me preguntaba muy temprano, después de recorrer los encabezados de muchos diarios y las imágenes de la montaña humana que se formaba en el Tropicana Field. ¿Debemos cambiar los viejos uniformes por los nuevos? ¿Una nueva imagen que nos represente? ¿Deberíamos cambiarnos el nombre o cuando menos reducirlo? ¿Será entonces una realidad que hay que tocar fondo para después renacer? No se si al final todas esas son parte de la lección, las conclusiones o las enseñanzas. Pero la más visible consecuencia es que la arrogancia siempre lleva a la caída. Si, los Yankees también sufrieron esa lección.

Pero de pronto toda la arrogancia, la soberbia, la endeble superioridad fue adoptada por todo un pueblo: Boston. Pueden justificar que todo el tiempo vivieron bajo la sombra de los demás, que fueron el bufón del circo, que nadie los tomaba en serio. Y llegaron los Patriots a base de trampas y los Red Sox a base de enfrentamientos. De ahí… la luna. O eso quisieron y eso creían. ¿Dónde están los Pats ahora? Estaban escondidos, reservando el asiento de al lado para los Sox.

Los fanáticos (y los no fanáticos) estaban floreados, sobre excitados, sobrados. El equipo de una nación, de un deporte, del destino y hasta favorecidos divinamente. Ahí estaba Stephen King leyendo un libro entre entrada y entrada. Ahí estaba Tom Hanks sobre el monstruo verde (esperando la pelota de Ortiz) y también estaban todos los bostonianos que por tradición se sienten superiores al resto. Todos se miran como si no se hubieran bañado. Orgullosos de que una cinta protagonizada por Jimmy Fallon representará su carencia de ambiciones. Algunos amargados porque son tan superiores pero nadie los toma en serio, nadie los reconoce. Engreídos porque son liberales y demócratas (aunque en el fondo tienen tendencias republicanas y casi tiránicas) Uniformados y disfrazados con chaleco de marca (verde de preferencia), bufandas rojas, boinas, pipas. Algunas chicas se pintaban el logo en los pechos (digo, cada quien daña su cuerpo como quiere), otros se tatuaban en sus calvas que la nación les pertenecía. Otros, tasajeando el buen nombre de Mario Puzo, mostraban sus afiches de David Ortiz parodiando la novela El Padrino. Una semana bombardearon cada rincón que encontraron, afirmando que el rival no traía nada, que se topo contra la pared, que solo era para emocionar a la gente más.



Y ahora nadie los ha escuchado. En el estadio se retiraron por la puerta de atrás. En sus casas, solo apagaron el televisor, como si nada hubiera pasado. La realidad es que ya regresaron a ella, que todo les paso, que todo les pasara.

Fanáticos de los Red Sox en Boston y en otros lados se sentían egresados de Harvard, danzaban y coreaban a la lejanía, humillaban al rival, humillaban al otro seguidor. Ahora, lenta y dolorosamente se dan cuenta que se acaban de humillar a ellos mismos.

En algún capítulo de Los Simpsons, la ciudad ejerce un toque de queda a los niños, quienes secuestran una frecuencia de radio para narrar todos los secretos oscuros de sus padres (Homero comiendo flores en el baño, por ejemplo) Y en el número musical, Nelson asegura que los adultos se pavonean como si olieran bien.

Pero para cualquier fanático de Boston, ese pavoneo es lo único que les quedará. La redacción del Boston Herald no comentaba la victoria de los Rays (Delivish), narraba la derrota de los Sox y como es que se dio. No, para ellos no hay méritos en los demás, no hay victorias de los otros, no hay celebración del resto. Para ellos, el mundo esta en tragedia ahora, todos, a quienes les importa y a quienes no. El deporte esta de luto. Aunque pocos sabían que ese equipo fue el último en integrarse al béisbol y que su adición fue por razones de espacio.

¿Y la Cenicienta?
Los Rays destruyeron cuanto equipo se les puso. Día tras día los aficionados al deporte esperaban su inminente caída libre, la cual nunca se dio. El peor equipo de las ligas mayores hace apenas un año, ahora esta a un paso (bueno, a 4) de convertirse en el mejor. Las cifras, las estadísticas narrarían que ya es el mejor, el que más cuadrangulares ha disparado, más carreras producidas, el mejor cuerpo de lanzadores. Solo les falta un anillo para hacer válida la declaración.

Ayer, la narración de Ernesto Jerez aseguraba que quien no tuviera acelerado el corazón, era porque no tenía. Me pregunto donde quedo el corazón de Boston. O el de Tampa, o el de Filadelfia. Cuando menos puedo asegurar que el de los Yankees vibro con semejante victoria. Me emociono ver a Longoria, Upton y a Garza alzar los brazos y correr al montículo. Tres jugadores que se perdían en la sucursal inferior de los Rays hace un año y que ahora son las estrellas que levantaron a un equipo. La emoción de ver al humano celebrar de esa forma se contagia. Y la inevitable expresión de los derrotados también se contagia.



Pero ellos apagaron el televisor y huyeron del estadio. No se atrevieron a sentir un poco de empatía en los dolorosos rostros de Francona, Ortiz, Varitek. No. Les dieron la espalda. Y también, los jugadores les dieron la espalda a sus aficionados. Perder la soberbia y la arrogancia es una de las derrotas más dolorosas para el ser humano. Un viaje a la luna y el aterrizaje más forzoso imaginable.

Anécdota personal: cuando los Yankees perdieron del brazo de Mariano Rivera aquel séptimo juego de la serie mundial contra Arizona, simplemente no pude cambiar de canal. Los rostros de la derrota de mi equipo no salieron nunca de mi mente y con ellos, observe la celebración del rival, con el corazón destrozado. Hay que ver esos rostros para sentirse de esa forma. Los fanáticos de Red Sox ya se sentían así, tal vez por eso no necesitaron unirse a sus jugadores.

1923 - 2008



Llegamos solos y nos iremos solos.

A veces la cotidianidad genera mucho vacío, el cual se rellena con cualquier método disponible del hombre. Nos saturamos y hasta nos enfermamos de trabajo, disciplina, deportes, entretenimiento. Depositamos mucho más que esfuerzo y esperanza en cualquier actividad que realizamos, con mucha convicción de que se verán retribuciones y recompensas. No confiamos en las situaciones que pronosticamos problemáticas, aunque sean parte de una realidad palpable. Más de una vez, necesitamos de esas historias que nos comprueben, que no hay nada imbatible, nada inalcanzable, nada imposible. El dolor que pocos pueden tolerar es el que involucra perder la ilusión, puesto que finalmente, todos los planes, todos los proyectos, todos los compromisos a futuro son ilusiones. Nadie quiere abandonarlas porque estimulan mucho el sentido universal de una vida.

Probablemente una de las ilusiones más claras y más emotivas que tenía fue llegar a conocer y compartir el escenario que involucra una de mis grandes pasiones en la vida. Una pasión que se quiere volátil, poco trascendente, desechable. Las pasiones son pasiones porque no comprenden (ni quieren) los razonamientos más estructurados posibles. Son pasiones porque no respetan condiciones, limitaciones. La fanaticada es tan inevitablemente vulnerable como lo es de indestructible. Esas pasiones nunca son controladas, nunca son contenidas, son explosivas, irracionales, consumidoras. La fortaleza de esa pasión es el organismo que la transporta, la lucha de convencimiento, la motivación. Pasiones, al fin, desmedidas que aíslan los problemas reales, las dudas, las angustias.

Nunca conocí el Yankee Stadium, y se en el fondo que es una ilusión que perdí y nunca podré rellenar de nuevo. Puedo argumentar, entonces, que mi pasión no fue tan grande como creía, pero de inmediato ese engendro que he creado me tranquiliza. No todas las ilusiones están diseñadas para cumplirse, muchas están diseñadas para perderse.

Pocos lugares han sido tan emblemáticos para mí, tan envolventes, tan relajantes. El béisbol siempre tuvo esa silueta, esa figura, ese logo. Ese terreno en forma de diamante era mucho más que un campo, era una ilusión y una vivencia muy personal. Era el elemento común de un deporte, de una fanaticada. Era el sonido no de una ciudad ni mucho de menos de un solo país. Fue la imagen de la clase, de la categoría de un equipo que carga con la esperanza de millones: la esperanza de despertar con mejor ánimo, de correr con más determinación, de poner en marcha tanta ilusión pendiente se tenía.

Todo tiene fecha de caducidad. Todo tiene un final. El final llego en una temporada dolorosa, perdedora y angustiosa. Pero el final estaba marcado y estudiado. Pocos fueron los afortunados en llegar, aún menos fueron los afortunados en salir. 85 años que resguardaran demasiados sucesos para siquiera tratar de analizarlos. Eventos que ni siquiera tienen que ver con lo deportivo, lo religioso, lo espectacular. El evento de alguien que conoció por primera vez a alguien, alguien que perdió a alguien más. La ilusión de quien de pequeño se entreno para estar ahí y de quien nunca lo consiguió. Ilusión de quien perdió mucho y recupero un poco. El hombre que lloro al ver perder a su equipo, pero no lloraba solo por eso, lo hacía por la acumulación de preocupaciones y angustias que le saturaban. El primer beso de alguien, el último de otro. La desilusión, la tristeza, la emoción, la furia. Nada se contenía, nada se prohibía, nada se excluía. Fue el hogar de un equipo de béisbol, fue la casa de mucha gente que ni el deporte le interesaba.

Uno de los escenarios más reconocidos se convirtió en el más respetado. Su final tuvo que darse de una forma u otra. Y aunque perdí mucho más de lo que creía cuando vi frustrada esa, una de mis más grandes ilusiones, se que nunca estuvo destinada para cumplirse. Todo lo que me queda es el vacío, que se llena cada segundo con lo que me dejo, con lo que me brindo, con la sonrisa que pude robarle.

Y aunque podría seguir intentando llenar ese vació con palabras, deportivamente el mejor recuerdo que le quite a ese lugar fue la angustiosa victoria en entradas adicionales al más odiado y dependiente rival: Boston. El cuadrangular de Aaron Boone que dejo tendidos a los Red Sox y que los eliminaba de la Serie Mundial. En ese momento, en ese majestuoso momento, alguien esta cumpliendo una ilusión desde la tribuna. Y alguien más, la estaba perdiendo

Finally !



La larga espera termino.

Lo bueno: Por fin, la temporada de las Grandes Ligas inicia.
Lo malo: Empieza con un partido de Boston que gano en extra innings
Lo mejor: Oakland se desquito en el segundo juego y vencio a los odiosos Medias Rojas.



Los momios desde ya:

* Para ganar el campeonato de la liga nacional: NY Mets +200; Chicago Cubs +200; LA Dodgers +300.

* Para ganar el campeonato de la liga americana: Detroit Tigers +160; Boston Red Sox +180; NY Yankees +250

* Para ganar la serie mundial 2008: Detroit +300; Boston +300; NY Mets y NY Yankees +450

Alone in the park


La pasión que podemos sentir por una personalidad (de la música, del cine, de los deportes, de la ciencia, de la religión) es, en muchos casos, de tal magnitud que puede llegar a se dañina. Es una pasión que desenfrena actitudes, posturas e ideologías. Puede ocasionar rupturas, desencantos, pleitos y un sin fin de situaciones. De una u otra manera, es evadirse unos momentos de la realidad.

Yo encuentro muchas cosas para evadir la realidad. Y esas cosas banales me provocan tantos dolores de cabeza, mucho peor que lo que me provocaría la realidad. Nada más tengo que acordarme de la mentada liga de futbol fantastico que tanto sufrimiento me dejo. Una vil liga por Internet, que no aspiraba a nada, se convirtio por muchas semanas en mi obsesión que arrastro todo lo que tenía. Una vez que he perdido, viene la depresión y la resaca.

La referencia al deporte no es gratuita. Algo esta pasando con los deportes a nivel mundial . El deporte mexicano cada día muestra una faceta que ya muchos conocían, aquella que demuestra que el deporte como negocio es más importante que el deporte como tal. Siempre el negocio es y será el aspecto importante.

El problema es que ahora, dentro de la finalidad de alcanzar cierto éxito (como negocio), se ha salido fuera de control. El problema del problema es que se ha convertido en lugar común. Es casi avalado por las autoridades deportivas. Y es casi aceptado como público.


Ese problema, que se genera al partir de la base de deporte como negocio, siempre ha existido. En algún momento tomo la forma de apuestas, equipos que aceptaron dinero por perder. En otro momento, atletas de dudosa procedencia (como se quiera interpretar). Algún momento, deportistas cuya vida privada era desastroza. Jugadores adictos al crack, suicidas, alcohólicos, violadores. Mike Tayson, Maradona, Kobe Bryant, Isaiah Tomas, Pete Rose, Ben Johnson y un largo etcétera.



¿Donde quedaron jugadores de elite, dentro y fuera de las canchas? ¿Dennis Martinez, Michael Jordan, Larry Byrd? Atletas que por encima de sus enorme habilidades deportivas, eran (o parecen ser) personas íntegras. Personas que eran de admirarse, de servir de ejemplo (aunque para llegar a eso, la mercadotecnia tiene mucho que ver)

Millones de dólares que se reparten a los jugadores por su desempeño, por uno sobresaliente, fuera de los estándares. Aquel que llene estadios, venda playeras y genere utilidades abrumadoras.

En días recientes, la NFL, con su aprobación a la trampa del equipo de New England y su vista gorda a sus campeonatos. En México, toda la porquería que evidenció Ana Guevara (aunque ella en su momento, estuvo de acuerdo con tanta maña). Y en la pasada semana, el beisbol.


Es por demás sabido, que el amor que le tengo a dicho deporte, me supera. Rebasa mis propias expectativas. Y podría escribir mucho sobre el cariño que le tengo. Por eso, la noticia (o el hecho que se haya filtrado) me impresiono mucho mas.

El uso ilegal y descontrolado de sustancias que incrementan el desempeño y rendimiento físico es el tema en boga, dentro de la MLB.

El primero en la mirilla fue el controvertido cubano, José Canseco. Formidable pelotero y poderoso bateador en la década de los ochentas y principios de los noventa. Llego a ser el jugador más popular del deporte, por su carisma, su fortaleza y los records que rompió, en su momento, los más importantes.

Con los años su carrera atraveso un lapso de mediocridad que lo llevo a varios equipos, casi en todos como suplente, hasta que lo atraparon en la movida. Adicto a todo tipo de esteroides, Canseco se vio acorralado, y reconocio su falta. Una breve temporada en prisión, le llevo a reconstruir su historia, sus memorias, en un libro, el controvertido Juiced, en el cuál acusaba a cuanto pelotero conocía, practicamente.

Dicho libro, logro hacer por Canseco, lo que toda la década de los noventas intento en el deporte, ponerlo en el ojo público como nunca lo había estado. Canseco había tratado de limpiar lo poco que se podía limpiar de su imagen y bien que mal, lo logro. Sin embargo, las acusaciones que lanzó contra tantos peloteros, entre ex-compañeros suyos, desato muchas cosas: odio, envidia, veto, mentiras e investigaciones. Sus revelaciones, para muchos ya sabidas, lo convirtieron en enemigo del deporte para aquellos que idolatraban el deporte. Dos de sus blancos principales durante todo el libro, fueron dos jugadores que lo persiguieron durante sus mejores años y lograron hacer historia dentro del deporte. Su ex-compañero, Mark McGwire y su rival, Barry Bonds.


A mediados de los noventa, el beisbol presento una huelga sin precedentes, que obligo algo que ni la Segunda Guerra Mundial provoco, la suspensión de la temporada. El incidente parecía sepultar al deporte para siempre. La popularidad cayo en picada y parecia que nada podría salvar la situación. Hasta que aparecio la temporada majestuosa de la competencia de cuadrangulares. La carrera entre Sammy Sosa y el propio McGwire que logro una expectación nunca antes vista y regreso al deporte a niveles de popularidad insólitos. Sosa y McGwire lucharon por el record de home-runs toda la temporada, siguiendose muy de cerca, hasta que una noche, enfrentandose los equipos de ambos (Chicago y San Luis) McGwire desbanco al anterior poseedor del record, Roger Maris y se convirtio en una de las noches mas legendarias de la historia del deporte.



Los años hicieron que ese record pronto quedara como un mero recuerdo, con la presencia de Barry Bonds, otro de los grandes implicados en el debate de los esteroides. La historia de Bonds dista de ser similar a la de Big Mac. A Bonds se le acuso de usar hormonas de crecimiento humano antes de romper ese record. Su presencia causaba rechazo, aplausos, abucheos e indignación por igual. Una vez que Bonds destrozo el record de McGwire, la famosa pelota con la que lo consumo, fue marcada con un asterisco, señalando que era de dudosa procedencia.

Pero lo más indignante del asunto es la supuesta "seriedad" que esta investigación ha llevado. El ahora muy mencionado reporte Mitchell parece demostrar algo que nadie sabía o sospechaba. Me pregunto si en realidad nadie noto la diferencia. O el crecimiento brutal de ciertos jugadores era cuestión de magia. Vamos, nada más comparen estas dos fotografías:





Fisicamente, Bonds no puede parecer más diferente. El caso McGwire es aún más sorprendente. El tamaño que Big Mac adquirio en tan solo dos temporadas provoco que mas de uno levantara las cejas.



El record que ambos quebraron contribuyó en que los demás deportistas (no solo del beisbol) constatarán que era posible destacar haciendo trampa (nuevamente menciono el caso de los Patriotas). Que incluso era válido, que era capaz de conseguir contratos que jamas soñaron.



El reporte que se llevo durante 20 meses, determino que el abuso (y descontrol) de los esteroides y sustancias que eleven el desempeño se ha venido llevando a cabo por lo menos durante la pasada década. Todos los equipos de las grandes ligas tienen cuando menos a un jugador involucrado en el consumo de sustancias prohíbidas.
Resulta ser que se hace este reporte, por el bien mayor (muy en el estilo de película Hot Fuzz). Es un brutal golpe al deporte, pero que ayudará a recuperar la credibilidad, honradez y elegancia del mismo. Además de tratar de prevenir a los jovenes que pretendían hacer uso de esas sustancias.

¿Es el beisbol el único deporte? Por supuesto que no. Todos los deportes incluyen a un jugador que incurre a las sustancias para elevar el rendimiento. La NFL, el fútbol soccer, el tenis, la natación, gimnasia, box, lucha y cualquier deporte que exista.

El jugador sabe que un desempeño sobresaliente le conseguira mejores contratos, mejores patrocinios y una gran cuenta en el banco. ¿Porque negarse a incurrir en eso? ¿no es ese la finalidad de cualquier deportista? ¿destacar, brillar, cobrar? ¿no es la finalidad de cualquier ser humano?



Ahora resulta que nadie lo sabía, que nadie estaba enterado, que se habían tomado todas las medidas necesarias. La lección: se vale hacer trampa, siempre y cuando las autoridades puedan controlarlo. Es decir, los verdaderos responsables de provocar eso, ahora son los heroes que dicen controlaran el problema, que dicen castigaran a los culpables.



La ambición es un peligro. Las cabezas de cada delegación deportiva lo sabe.

Es un doloroso capítulo para uno de los pasatiempos más populares en el mundo. Siempre uno siente empatía con los débiles. Es naturaleza humana. ¿Estarán todos nuestros ídolos destinados a caer? ¿quedarán después de esto?

Por años, admire a Roger Clemens. Es él quien esta en el centro de la controversia. Lo que Clemens ha logrado, nunca nadie lo logrará. ¿Lo hizo con trampa? No lo se. No quiero saberlo.

Pero el desastre apenas comienza.