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You do realize, of course...


Había una vez un carismático y agresivo hombre de negocios, escalando hacia la cúspide de su carrera profesional, conocedor que se requiere de una frialdad calculadora para alcanzarla, pero desconociendo que tal desapego a la vida ha hecho perder su capacidad para reconocerla. Así avanzaba por la vida, aludiendo a las envidias, disfrutando los rencores que ha generado a su paso, convirtiéndose casi en un criminal inescrupuloso que viste costosos trajes. De repente, el día le tenía preparada una última confrontación. Había conseguido ocultar el recuerdo que le debilitaba en su carrera, en su decisión de vida que quería tomar. El recuerdo de su infancia, de los veranos que pasaba a lado de su tío, de entender que solo de las derrotas se puede aprender y cuya primera lección es reconocer que la victoria se disfruta más. La noticia de la muerte de su tío y ser el único heredero de un viñedo le envía a Francia, escapando de una investigación que se hace en su contra y esperando ser capaz de enterrar todo recuerdo que aparentemente le debilita al concretar la venta de dicho terreno.

Llegar le presenta pronto todo tipo de complicaciones, que en su simpleza parecen hacer imposible la tarea propuesta. Actos de una inocencia que el hombre de negocios es incapaz de resolver le obligan a permanecer más tiempo. Confiado de ser capaz de resbalar todo sentimiento y recuerdo que se presente, el hombre de negocios empieza a cruzarse con todo aquello a lo que no estaba preparado, compartir una cena con lo más cercano que tiene a ser una familia, conocer a una mujer que le profesa un increíble desencanto y descubrir que el viñedo, de la mano con sus recuerdos, le ofrecía mucho más interés que su rutinaria profesión.

En este momento, la fábula llegaría a una conclusión, tal vez tendría cierto descaro para presentar una moraleja. Tal vez provocaría a la audiencia cierta reflexión, cierta interpretación. Quizá debería decir que las cosas más sencillas y simples de la vida, aquellas que empezamos a considerar monótonas son las únicas que uno se va a llevar. Quizá lo hace.

Y en el momento justo donde la enseñanza se acumulaba para dar una respuesta, el hombre de negocios sentado a la puerta de su viñedo, con la familia a su lado, observando a su hermosa mujer que siempre le amo desde niños, ha recibido una llamada del mejor amigo de su vieja vida. Sería la envidia de conocer que su amigo tenía la vida que todos aspiraban, pero cuya perfección intimidaba y le hacía imposible de alcanzar, siquiera intentar, lo que produce su argumento.

- Max – le ha dicho el amigo al hombre de negocios - ¿te das cuenta que lo que tienes ahí no va a durar? – Max lo duda – Y por imposible que te parezca ahora – continúa el amigo – esas cosas que te parecen tan únicas y atractivas, pronto se convertirán en el horror de tu vida – Él escucha esas palabras, admirando un paisaje de una belleza desproporcionada, el amigo prosigue – Y después de unos meses de comer, beber, dormir, tener sexo, ¿que futuro puede esperarte? El aburrimiento.

El hombre de negocios tiene que colgar, lo hace con una sonrisa y va hacia la mujer que le había confesado tanto y recordaba tan poco. Parecía que su intención era expresar su duda, su apresurada incomodidad frente a ella. Y si ella lo sabía, no fue importante, rápidamente elude el tema, uno que eventualmente tendrían que retomar. Pero no en esta ocasión, no en este cuento, mucho menos en los 120 minutos que la cinta dura.

Me hubiera gustado decir que me provocaba cierta culpa disfrutar A Good Year (Scott, 2006) cuando en la realidad, ha sido muy doloroso reconocer que la había disfrutado tanto y que su brutal moraleja había sido el perfecto desenlace, uno que no esperaba ver reflejado, un breve monologo (acompañado de la poderosa música de Marc Streitenfeld) que le daba ese reconocimiento a la historia, ese descubrimiento que siempre se esconde en una fugaz belleza.

Esto invoca a lo mismo, parece decir. ¿Qué realmente se pierde con una pérdida? ¿Qué se adquiere, se fortalece, se reduce? Max perdió el recuerdo más feliz de su vida, después perdió a su tío, perdió su vida, perdió su coraza que le hacía inmune a cualquier sentimiento que pudiera destruirlo. En el camino es probable que haya ganado mucho, especialmente saber que apegarse a algo, lo que fuese, era peligroso. Todo esta destinado a terminar, todo tiene fecha de caducidad, principalmente las relaciones humanas (familiares, amistades, románticas) Y la trayectoria que se tomo para llegar a esa pérdida será cuestionada, renegada y añorada.

A Scott le llovió todo tipo de críticas por esta fabula (hay recordar su inmortal lema de chik flick for dudes) cuya lineal simpleza fue el principal defecto que le encontraron. Si pudo haber sido la mayor virtud, ¿para que, entonces, negar tanto? Es la lucha para resistirse lo que produce tanta satisfacción una vez que se llega al resultado. Aunque el resultado, breve por naturaleza, siempre deja confundido al receptor. Finalmente el encanto también tiene caducidad.




A Good Year (2006)
Dir: Ridley Scott
Guión: Marc Klein, basado en la novela de Peter Mayle

Update... Antichrist


La primera vez que me tope con el cine de Lars Von Trier fue por el 2002, vía su cinta Los Idiotas (1998) y acabe verdaderamente emocionado e intrigado por su director. Eran muchos los que me rodeaban que hablaban maravillas del director, su estilo y su supuesta orden dogmatica. La gran mayoría solo había visto Dancer in the Dark (2000) y se conmovieron a tal nivel con Björk y su historia, que juzgaban una trayectoria con solo una cinta. Como buen seudo-intelectual, seudo-freek, seudo-mamon, me di a la tarea de revisar lo que pudiera conseguir de Von Trier, exceptuando, por supuesto, aquella cinta de la cantante islandesa (sigo sin verla y me siento bien)

Me encontré con igual cantidad de sorpresas como trillados convencionalismos disfrazados de arte del nuevo siglo. Cualquier opinión merece Von Trier y eso es lo más destacado, no es un director que pasa desapercibido, que no merece atención y que no posee su grupo de fanáticos (como de salvajes detractores) Su cine no es el más accesible, ni tampoco el más demandante. Tengo que decirlo, a pesar de su arrogancia (tanto personal como profesional) Von Trier es un director muy interesante. De recomendar, sin duda mencionaría Los Idiotas, El Elemento del Crimen (1984) y la serie televisiva The Kingdom (1994) que desafortunadamente no pude conseguir completa.

Sin embargo tengo que admitirlo. Me llevará la corriente o lo que sea, pero Dogville (2003) es por mucho su mejor obra y una de las cintas más absorbentes e intrigantes de los últimos años. Temáticamente, la cinta lleva a mil discusiones, interpretaciones, argumentos y quejas. De esas secuencias que uno no puede borrarse, aquella donde Nicole Kidman cobra venganza contra la mujer que destruyo sus figuras, es una de muchas. Admito que cuando Von Trier menciono que el arte de la cinta era directamente inspirado por sus horas de juego en el Silent Hill, me agrado de más.

Así en el 2009 llega otro proyecto (el más comercial, quizá) titulado Antichrist. Entre el drama y el horror, géneros que no le son ajenos, veremos ahora que curiosidad le quita el sueño al director danés. Aún sin ser horror, el cine de Von Trier da miedo. Pero también da curiosidad


Top Ten: Cine. 2


Expiación: deseo y pecado
(
Atonement, 2007)
Dir. Joe Wright
Guión: Christopher Hampton (basado en la novela de Ian McEwan)
Actúan: Kiera Knightley, James McAvoy, Romola Garai.


Desconozco la novela original, pero su traslado a la pantalla grande no tiene un solo defecto. Todo es una maquinaria que funcionando en conjunto es uno de esos acontecimientos que se tienen que presenciar, por la poca frecuencia con que se dan: una maravillosa muestra del poder cinematográfico al contar una historia. Mencione que desconozco la novela de la que se basa, por lo que no puedo comparar el mensaje y reflexión final de la cinta. El poder de la palabra y las consecuencias de la misma. Lo que crea y lo que destruye.

Esto fue algo que escribí poco después de ver una película que me rehusaba a revisar. Le podía encontrar muchos argumentos para esquivarla, pero después de admirarla, no podía encontrar todas las palabras que me sirvieran para describir la emocionante experiencia que me brindo. Casi un año después, sigo sin encontrar la forma de describir todo lo que involucró una cinta como esta. Nada de modositos ingleses y sus refinados modales, Atonement en principio parecía otra muestra más de la suavidad de la vida en esa época y de pronto, sin aviso, la tragedia de tres personajes aparece y toma desprevenido al espectador para jamás soltarlo, con una narrativa que va, viene, avanza, regresa, siempre inquieta, siempre precisa, observando con cierta complicidad lo único que el publico necesita saber, sin adornos de ningún tipo.

Entre tanto arrebato de emociones ajenas, Wright muestra tal respeto a la historia y sus protagonistas, que lo primordial es la admiración que guarda a cada decisión que toman y en eso, le rinde tributo a cada obra dramática épica que se haya ideado, lo que cada personaje entiende de su entorno, de los conceptos humanos y de los contratiempos que un deseo conlleva.

Seguiré sin encontrar con precisión lo que en verdad quiero decir. Aunque en aquella ocasión termine con algo que salio muy natural. Y rezaba así:

"La reflexión que uno tendrá al final de sus días y los rencores que uno manifiesta a nivel personal que hacen al individuo un ser completo, con defectos y virtudes. Y con errores que tal vez nunca pueda corregir, pero errores que, al final del camino, rigen una vida"

Top Ten: Cine. 3


Petroleo Sangriento
(
There will be blood, 2007)
Dir y guión: Paul Thomas Anderson (basado en la novela de Upton Sinclair)
Actuan: Daniel Day Lewis, Paul Dano, Dillon Freasier


Había una explicación muy interesante, que por lo común, pasaba desapercibida. En Before Sunset (2004, Linklater), el personaje de Ethan Hawke explicaba a su antigua amada sobre como son las reacciones en las personas bajo dos esquemas: quienes quedaban inválidos y quienes ganaban la lotería. Al final, ambas experiencias significaban para la persona una adaptación al medio y después de un tiempo volverían a ser los mismos (alegres o viles) sin importar la circunstancia. Al inicio de la enorme cinta There Will Be Blood, el personaje esta en una mina, solo, envidioso, cae y sufre una lesión en la pierna. Sin necesidad de un solo dialogo se le entiende como malicioso, calculador y ambicioso. Al final, el personaje exitoso, poderoso, millonario sigue estando solo, lesionado y enfermizo.

En el trayecto para admirar (o despreciar) al personaje, sucede una de las más grandes cintas épicas que se han visto en muchos años. Anderson toma todo el concepto de la novela Oil de Sinclair para deformar aún más el espíritu humano, la obsesión como elemento destructor y el entorno completamente apocalíptico y desolador. El personaje de Day Lewis es una nueva versión del enloquecido Capitán Achab de Moby Dick, carente de escrúpulos, de sutilezas, de explicaciones u ataduras. Deja todo por su obsesión, su esfuerzo, su esperanza de gozar una vida, aunque al conseguirla (porque nadie duda que lo hará) se desprende de todo aquello que lo acerca a lo humano, personal y espiritual.

Donde la novela de Sinclair (acusado y admirado por ser un leal socialista) rozaba ese animo anti-capitalista, donde su protagonista era el defensor y edificador de una compañía petrolera, la cinta de Anderson destaca por mostrar la corrupción de un hombre desmedido y apasionado cuando tiene que enfrentarse contra el inminente avance capitalista y religioso. Dos tópicos que siempre han generado mucha disputa, mucha contradicción pero sobre todo mucho poder, el poder al que Plainview acaba por entregarse, sin ninguna posibilidad de control o arrepentimiento.

Todo eso desde el punto de vista de un hombre que nunca ha temido encarar su parte más sombría, más oscura, más instintivamente humana. Y Anderson lo crea con todos los elementos que posee, con la mayor pulcritud y soberbia técnica y un asomo a su propio lado oscuro, el lado ingenioso y el lado destructivo. Ese que nunca se va, como la propia película.

Top Ten: Cine. 7



Luz Silenciosa
Dir. Carlos Reygadas


Por principio de cuentas, es esta la primer cinta de Carlos Reygadas que termino de ver por completo. Y tuvo que ser en dos oportunidades. Uno se ha ido acostumbrando a un tipo de cine mucho más frénetico e impulsivo. La propia actualidad hace que uno necesite del mismo ritmo acelerado hasta cuando uno pretende relajarse y descansar. Como si se tratará de un imán invisible, nos desenvolvemos en el mismo acelerado tipo de vida.

A este tipo de vida, uno incluye sus propios prejuicios. El señor Reygadas nuncame pareció una persona interesante ni sagaz, las entrevistas ofrecidas durante los últimos años lo han acercado al ejemplar pseudo-intelectualoide que ha estudiado sus respuestas con mucha anticipación. Lo mismo con su cine. Pero el pecado de Reygadas es no haber podido explicarse. La mención al maestro Tarkovsky como su inspiración, la atenta prensa lo califico como el heredero del director ruso. Una tontería, primero creo que alguien es sucesor de Tarkovsky, segundo, que alguien crea serlo.

Una familia de menonitas. Sus tradiciones, los momentos que comparten, los silencios. Él esta enamorado de otra mujer. Su esposa resiste toda la embestida interior le representa tal experiencia. La amante que intenta convencerse de que lo mejor de la vida también involucra a lo peor. Y la cámara, que lo sigue todo y se detiene en todo, lo observa todo, sin ser capaz de juzgarlo.

Reygadas puede ser el director más incompleto de la historia. Y uno de los más soberbios. Durante una hora de película, nada ha pasado, nada me ha importado y nada quiere ser interesante. Por eso es una impresión lo que queda en el espectador cuando la cinta ha concluído. Haber presenciado algo increíble, sorprendente, íntimo e igualmente rídiculo. Si, en ese orden de ideas, Reygadas documento, con la ficción, la vida real, con sus contrastes extremos, donde la conclusión (o moraleja) es deprimida y redentora en proporciones iguales.

Top Ten: Cine. 8


Camino Salvaje
(
Into the wild, 2007)
Dir y guión: Sean Penn (basado en el libro de Jon Krakauer)
Con: Emile Hirsh, William Hurt, Catherine Keener


Después de revisar este nuevo trabajo (en la silla de director) de Sean Penn, queda claro que le profesa muchísimo amor al cine, principalmente como buen espectador. La historia de Chistopher McCandless es sin duda interesante y con el suficiente material para construir una cinta que rebasa las dos horas de duración, una aventura que podría abarcar la suma de la vida de muchos hombres y a que al final le cobro muy caro su odisea. Sin embargo, por encima de lo riesgoso que se anticipaba su proyecto, Sean Penn tiene el acierto de engrandecerlo de la única forma que podía.

Varios análisis y estudios sobre el comportamiento humano se ejecutan muy de la mano con el cine. No hace mucho, un estudio revelaba que en algunas parejas, alguno de los dos tomaba como estándar la relación amorosa que observaba en una película. Patrón muy alto de alcanzar para el ser humano, la desilusión venía casi de inmediato. Con ella, la ruptura, el aislamiento y la depresión (en casos extremos) Y es que el cine posee una propiedad muy específica, engrandecer lo bueno y lo malo de la realidad, adornar cada situación con cuanta combinación de factores se le puede añadir y mostrar una ficción que a todos seduce. Muchos recuerdan momentos íntimos y personales como en una película, emotivos, desproporcionados y dramatizados.

No por nada cada impresionante toma panorámica de un paisaje viene de la mano con la experiencia que va adquiriendo el personaje principal, con sus dudas, sus carencias y su egocentrismo. El personaje abandona todo lo que consideraba propio para entender todo lo que desconoce (en cuanto a relaciones humanas, motivaciones) Su aventura tiene como finalidad llegar a Alaska y vivir en la naturaleza, sin posesiones ni dependencias materiales o emocionales (buen proyecto, si me lo preguntan) Y aunque su determinación es radical, su soberbia provoca que uno se enamore o desprecie al personaje. Pero nunca a su propósito. Si se toman en cuenta varios detalles, existe el reconocimiento de que su ermitaña aventura tiene mucho que ver con la de todas las personas. El paisaje cambia con cada nuevo episodio, los rostros cambian (incluido el suyo) y la vivencia permanece similar.

Cerca del final, el personaje asegura que la alegría de la vida no viene principalmente de las relaciones humanas. Al final de la cinta (y con su postal escrita a modo de despedida) la alegría de la cinta viene de cada personaje y lo que depositan en la personalidad de McCandless, sus ilusiones, sus desilusiones, sus acciones, sus deseos y la dependencia al lugar seguro, a detener sus impulsos. Es en el momento en que alcanza su objetivo, que entiende (entendemos) que lo principal no era el objetivo, era el camino a el.

Sean Penn no solo es buen actor, con esta cinta también se muestra como un director bastante atento a cada detalle que una experiencia como esta tuvo que merecer. La historia de McCandless pone en evidencia que no todas las aventuras son para todos, pero todas las aventuras pueden ser contadas. Con igual majestuosidad o limitación. Personales, al fin.

Top Ten: Cine. 9


Paranoid Park
(Ídem, 2007)
Dir. y guión: Gus Van Sant (basada en la novela de Blake Nelson)
Actuan: Gabe Nevins, Taylor Momsen, Jake Miller.


Hay que tener valor para tocar y manipular un clásico. Para más referencias, el cineasta Gus Van Sant. Su ejercicio de capturar y filmar cuadro por cuadro Psicosis (Psycho, 1998) del maestro Hitchcock estaba condenada desde el inicio. Al final, nada lo salvo de la brutal masacre por parte de la crítica y el ninguneo del publico. La verdad es que el proyecto no resulto tan deficiente como muchos creen y Van Sant, por encima de todo, cumplió con un capricho muy personal.

Pero no es ese clásico al que me refería, sino al que tiene por contar la desangelada etapa donde la adolescencia esta llegando a su fin, el aislamiento que un adolescente se ve forzado a sortear y la auto reclusión de todas las dudas que ofrece la maduración. Van Sant ha tratado de reflejar la desilusión de vivir en un país donde cada persona esta sumergida en su propio egoísmo, su propia desilusión y su propia cortinilla de humo (llámese pasatiempo, terapia o las horas invertidas en el myspace)

Alex observa al resto de los patinadores, solitario. Un joven se le acerca, le pide su patineta, la utiliza y la devuelve. Ese joven le invita a tomar cerveza con su grupo. Alex responde que no le gusta la cerveza, pero le encantaría pasar un tiempo con ellos. Y de ahí, la tragedia. Aunque el estilo de contar la historia no es el más habitual ni accesible, Van Sant manifiesta todo recurso narrativo para creer que estamos pasando de lado por la experiencia, cuando en realidad el resultado se siente más personal de lo que uno hubiera querido. Desconocemos con exactitud (o más bien, con profundidad) porque Alex parece aislado. Su entorno parece cómodo, cotidiano y es esa misma comodidad lo que revela su implosión. El padre tiene que preguntar para conocerlo, la madre procura acercarse lo menos posible, la guapa novia solo quiere mostrarse, los amigos solo quieren compañía.

Cada grupo social tiene su motivo. La búsqueda de una identidad casi siempre se ve enfrentada con la pertenencia y todo se vuelve confuso. Pertenecer a un grupo social (skatos, darketos, y hasta emos) produce cierta satisfacción y una que otra orientación, pero no ofrece respuestas ni soluciones. Alex no encuentra atracciones, solo distracciones. Enfrentado al problema, da por casualidad con la única persona que manifiesta un interés genuino en él y sus acciones, el investigador detrás de la muerte de un guardia de seguridad. Entre largos recorridos, pausas, silencios, la forma en que la historia avanza, debe ser como avanza en la propia cabeza del protagonista, con las duras y acusadoras miradas, personajes que entran y salen, palabras que no tienen mucho sentido y un pasatiempo filmado con mucha clase (de la mano del magistral Mr. Doyle) que ejemplifica lo que un hobbie se ha vuelto en esta época, una realidad menos inquisidora y demandante que la habitual. Una que también tiene fecha de caducidad.

Arráncame la Vida


Pareciera más que la revelación final de Arráncame La Vida (2008, Roberto Sneider) es la imposibilidad de amar a alguien. Cerca del final, me preguntaba si la tradición de sufrir amargamente la pérdida de un amor (bajo cualquier circunstancia) es la que nos lleva a cargarlo, a deambular como alma en pena, dar pasos sabiéndose vacío. La costumbre de llorar por el amor que nunca se cumplió, o el que se cumplió pero nunca se retuvo, o el que se retuvo pero acabo rechazándose pareciera inevitable. Llorar porque todos antes lo han llorado, porque la experiencia dice claramente que duele. Muchos sentimientos solo quieren salir, hacen mucho daño al resguardarse y solo quieren manifestarse, alborotarse y calmarse.

Es curioso como la historia empieza con una niña de 15 años, Catalina, quien atrapo toda la atención de un general mucho mayor que ella, en un México con costumbres que caducaron (o que jamás debieron existir) El general, a sabiendas que obtiene todo lo que le venga en gana, la hace su esposa, su mujer, su propiedad. No importa lo que ella quiera, lo que la familia de ella quiera, importa que él lo desea así y punto. La inocencia de ella es tal que busca ponerse a la altura de su marido, convertirse en el juguete que necesita y mantener esa imagen. No es necesario conocer a alguien para apropiarse de la persona, eso parece ser la sentencia. El problema de ella es manifestado casi de inmediato, no siente. Y la frase no tiene mucho que ver con lo sexual (aunque se explique de esa forma) sino con el descubrir que nunca tuvo tiempo de querer sentir, de decidir a hacerlo. El sentir también es parte de una costumbre, a veces maravillosa a veces terrible. El sentir involucra que todas las experiencias tengan que pasar por ahí, una y otra vez. Uno tendría que tener más tiempo en esta vida, dado que todas las decisiones que atraviesan el sentimiento ameritarían mucho más tiempo para tomarse, que para vivirse. Estudiar cada alternativa (más no solución) y precisar que ruta es la más viable, no para ser feliz, sino para no ser miserable. El amor no es todo felicidad, ni es todo tristeza, pero el sentir es todo agonía.

Arráncame la vida es, entonces, toda una declaración a lo vulnerable que es cualquier sentimiento dicho, pronunciado, jurado y vivido. No es una historia nueva y desafortunadamente, tampoco es una historia bien contada. La intención no es lo que cuenta, finalmente cada ser humano es egoísta por naturaleza, siempre irá primero el “yo siento, a mi me duele, me tengo que” y la debilidad de esa situación es más bien notable en la cinta. Por encima de los atributos de producción que la cinta efectivamente tiene (hay tomas y secuencias bastante meritorias), lo más destacable de la película es Daniel Giménez Cacho. Después de verlo recientemente en La Zona de Rodrigo Pla, como un padre de familia indeciso, el actor encarna excepcionalmente todo el estereotipo de macho mexicano revolucionario y caprichoso. Tanto es su desden al resto de los personajes que desfilan ante él, que en cada escena en que desaparece, sus frases y comentarios pesan y adquieren un sentido diferente. La aburrida y tediosa aventura amorosa entre su mujer y un desangelado director de orquesta estorba en el contexto, pero interesa en el fondo por tratar de predecir el siguiente movimiento del implacable general. Desafortunadamente, lo demás pierde mucha importancia.

El general comparte con su mujer lo que quiere y lo que le interesa. Lo que siente y lo que sufre y nada más, para él es mujer y por tal, es peor que un peón pero mejor que un adorno de oro. No niega sus infidelidades, se las entrega buscando establecer quien es el que manda, pero sorprendentemente buscando que su mujer, a quien muy en el fondo ama, pueda sobrevivir a lo que le depara la vida. Cuando por fin ella empieza a sentir, en el final de la cinta, uno tiene que entender que el militar quería evitarle ese sufrimiento. “¿Y a usted que le falta?” le pregunta en una escena cuando lo descubre con otra mujer. Ella creyó que le faltaba sentir, él sabía que no lo necesitaba.


Redbelt





Es muy probable que en la vida de cualquier persona, su record personal almacene más derrotas que victorias. Las expectativas se enfocan en el resultado, de ahí que no siempre son los favorables, óptimos o deseados. En realidad, uno no puede sentirse culpable si la batalla se emprendió bien. El deporte es competitivo por entendimiento, por costumbre. Y aunque coincido con el lema Lombardi, también las primeras enseñanzas que los buenos entrenadores dan son “caerse esta permitido, levantarse es obligatorio

Ese lema lo explota de manera muy correcta el siempre efectivo David Mamet. Una permanente referencia y casi una escuela para cualquier aspirante, estudiante y maestro de guionismo, Mamet siempre se ha destacado por la constancia de sus historias y la solvencia con la que se resuelven (bueno, hasta su guión de Ronin lo demostraba) Aunque el cine es ficción, por naturaleza uno siempre desea encontrar respuestas, revelaciones y sobre todo cercanía. Mamet no se preocupa por conseguir esa cercanía más de lo que se preocupa con su propia coherencia. Novelista, dramaturgo, director, su mayor característica es el dominio cabal que tiene del lenguaje. Nadie como él para hacer de una sola palabra, una sola frase, toda una propuesta. Ese profundo conocimiento de la palabra como arma, como creación, como emoción, solo se puede conseguir cuando se sufren reveses. Su última cinta esta llena de ellos, pero la batalla es la que importa.

En Redbelt, Mamet narra la historia de Mike Terry (Chiwetel Ejiofor) un respetado maestro de jiu-jitsu, cinta negra, veterano de guerra, que mantiene con muchos esfuerzos la pequeña academia que ha levantado. No solo trata de enseñar las llaves, las salidas, las contingencias, Terry procura enseñarles que esas herramientas no sirven de nada, si la persona que las ejecuta nos las entiende, no las examina, no las controla. Él nunca ha participado en combate alguno, respeta el arte por lo que le provoca, por lo honorable. Su alumno más apreciado, un policía con problemas económicos, no manifiesta esa calma necesaria y de inmediato se enfrasca en un problema con una abogada dependiente de anti-depresivos, dentro de la academia. El incidente parecería no llevar a más, sin embargo Mamet armoniza ese pequeño detalle, con los resultados que se darán eventualmente en la historia. Terry se cruzará posteriormente con una estrella de acción en Hollywood y un promotor de combates televisados, quienes al final provocaran que se enfrente a sus propias convicciones.




Poca gente sabe que Mamet es un profundo admirador de este arte marcial brasileño, del cual, por cierto, es un responsable practicante. Y así como las Mixed Martial Arts han tenido una reciente popularidad, Mamet no trata de reivindicar ese gusto de las nuevas generaciones. La clave del jiu-jitsu, la lucha en el suelo, es controlar las emociones, entender la posición y respirar. Respirar permite tomar mejores decisiones. La reflexión de un duelo de jiu-jitsu con la vida real, va de la mano con las situaciones de Terry:

El reto inicial, vencer el propio miedo. El encuentro, el primer contacto: en el cual Terry tiene no solo que convencer a su esposa (la bella Alice Braga), se tiene que convencer de que lo que hace es lo correcto.

Después se da la identificación de las fortalezas y debilidades del oponente: al momento de entablar una amistad/enseñanza con la paranoica abogada (Emily Mortimer). El momentáneo sentido de la sumisión, de la victoria vía el descuido del rival: Terry adentrándose en la vida de la estrella de cine y el apoyo del promotor.

El error que provoca esa confianza: al verse traicionado por todo lo que le rodea. Para pasar al último esfuerzo, el último respiro, el último intento. Ese aliento final determina el resultado, la victoria, la derrota, la emoción y la lesión. En ese mejor momento, en ese mejor ejemplo, Mamet decide (o lo decidió desde un inicio) que el resultado no es lo importante, no es el mérito último. Lo más importante es haber llegado, haber luchado, haberse levantado. Haber escapado del candado, del arm-lock, del triangulo.

Los personajes intercambian experiencias, frustraciones e interrogantes. Las últimas no son contestadas, son interpretadas. Y en esa interpretación, Mamet no da mucho espacio para la duda.





Redbelt (2008)
Dirección y guión: David Mamet
Actuan: Chiwetel Ejiofor, Alice Braga, Emily Mortimer, Tim Allen, Joe Mantegna

Historia de un ladrón de amor

Para Juniper Girl


El espacio de la gran felicidad: la historia de un ladrón de amor en Osaka
(The Great Happiness Space: Tale of an Osaka Love Thief
Dir. Jake Clenell, 2006)



Si como muchos dicen (o decimos) que el amor es una ficción, un veneno del que poco a poco nos volvemos todos adictos, ¿Por qué existe una búsqueda incansable por alcanzarlo o encontrarlo?. Que el amor es un capricho, una pasión que solo dura 4 años. Que el amor es una ilusión que simula un estado de bienestar y felicidad. Que busca rellenar carencias de uno mismo. Que es lo mismo que comer un chocolate.

Lo mismo hemos pasado por romances pasionales cortos, que por relaciones estables largas y todas han llevado en algún punto a la misma conclusión: el supuesto bienestar se transforma en frustración. ¿Es un error que estamos destinados a repetir toda nuestra vida? Todos tenemos la urgencia o necesidad de incluir a alguien en nuestras vidas, alguien que provoque y permita emociones, pasiones. Compartir con alguien nuestras experiencias o simplemente sentirnos importantes para la otra persona. El amor es una experiencia individual que siempre encuentra justificación para su desarrollo.

El festival de documentales de nombre Ambulante (que se ha ido sosteniendo por su afortunada programación que por lo general incluye al menos un documental representativo de cada continente) tuvo el gran acierto de traer uno que muestra un lado poco conocido de Japón y sus clubes underground.

Este estupendo documental explora uno de ellos, de nombre Rakkyo Café, donde por una módica cantidad, es posible comprar el amor, aunque sea solo por una noche. La cultura asiática no es medible y quizá no es entendible simplemente por la frecuencia con la que su cine, literatura y televisión ha llegado a nuestro país. Será por eso que las primeras imágenes del documental causan entre la audiencia cierto extrañamiento, risas discretas y miradas sospechosas. Ellos (los chicos) se preparan, se maquillan, se visten con la mejor ropa y los mejores accesorios. Salen a la calle, cual cazador por su presa, a tratar de convencer a mujeres que transiten para entrar al club y pasar un rato agradable entre ellos. Ellas, mujeres adineradas, son capaces de gastar todo lo que han ganado en una semana por una noche con ellos. Y la fiesta, entre mucho alcohol y canciones, parece tan distante y absurda, para un público (como el mexicano) que de una u otra forma tiene cierta represión para hablar del amor como un producto más, uno que se vende muy caro.

Los anfitriones tienen que venderse y su venta tiene que durar para que sea lucrativa. Su líder Issei lo explica diciendo que se dedican a vender sueños, a vender ilusiones. Los anfitriones las “curan”. Mientras ellas paguen una fuerte suma de dinero, ellos las harán sentir como princesas.



El director Jake Clennell no toma ningún favoritismo, se inclina por el camino más honesto. Entre entrevistas con las chicas que frecuentan el lugar y los propios anfitriones trata de enseñar hasta donde una persona puede llegar por un poco de ese sentimiento tan complejo. Durante su recorrido, descubrimos lo extraño del lugar y su convivencia. La indiferencia de los anfitriones hacia sus clientes, los sentimientos de las chicas hacia ellos (en especial hacia Issei) que van desde el simple enamoramiento, pasando por el deseo de casarse con alguno, hasta el grado de morir por ellos. Cuando en cierto momento, todo esto se vuelve repetitivo y agotado, viene una vuelta de tuerca tan interesante y tan intensa que las piezas se juntan: el momento en que ellas revelan a que se dedican y cuál es el verdadero motivo de su frecuencia al club.

En ese momento, uno no puede más que entender y hasta identificarse con ambos bandos. Ellas (no me atrevo a revelar su secreto) solitarias, juzgadas, ven su vida transformada en algo hermoso, algo anhelado. El lugar no las juzga, ni las castiga, pero tampoco las entiende, ni las aleja, simplemente las engaña. Pero el engaño parte de un sentimiento de por sí confuso, que real o falso, produce tanto bienestar que bien vale la pena recorrerlo

Para ellos, el precio de jugar con los sentimientos de los demás (y al final, con los suyos) es de desconfianza a la vida. Perder la propia identidad, perder la posibilidad de sentirse (o creerse) amado.

¿Hasta donde somos capaces de llegar por un poco de felicidad? Cada quien tiene una respuesta. Pero es difícil al final juzgar a una de las mujeres que confiesa, después de decir que moriría por Issei, que bajo ciertas condiciones, se puede comprar el amor. Lo que paga implica ser escuchada, ser entretenida, ser feliz. Lo que paga la hace sonreír. ¿No pagamos por lo mismo todos los días, aunque no sea con dinero?

Día 12 Ficco 2008



Una vieja amante (Une vieille maîtresse, Dir. Catherine Breillat, 2007)

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La meta última (o primera) de cualquier cineasta es tener su propia voz, su identificación, su trademark. Es díficil a estas alturas conseguir algo como "original" o "único" en el cine, o en cualquier otra profesión. Algunos optan por no buscar mucho y mejor saturar un mismo estilo. Otros tratan de renovar géneros vistos y probados. Los resultados son tan interesantes por lo disimiles que son. Por cada Paul Thomas Anderson hay un Michael Bay en contraparte (Bay cuenta como por 10). Cuando se llama la atención de manera imprevista, se piensa que se ha encontrado una formula. El caso de Catherine Breillat es similar al de muchos cineastas "perseguidos" por sus tematicas y situaciones francamente provocativas. Hay de provocaciones a provocaciones. De extremo a enfermizo. Alguien como Michael Haneke utiliza mucho la muerte, el asesinato, el voyeur como elemento que provocará reacciones encontradas, favorables e incomodas. Breillat ha tomado el camino del sexo como conductor, como motivante, como obstaculo. Y sexo bastante explícito.



Si con Romance X se había ganado elogios y enemistades, siguió su camino con la prohíbida cinta Fat Girl. Y de ahí su insistencia en la misma tematica en diferentes entornos. Con Una Vieja Amante, Breillat hace la adaptación de una novela de Jules Barbey d'Aurevilly, sobre la pasión de dos amantes, Ryno y Vellini, que no encuentra su descenlace. Atados primordialmente por el sexo, ambos amantes transitarán en la decepción, la tragedia, la obstinación y principalmente el odio. Se odian mucho más de lo que se pueden amar. En la víspera de su boda, Ryno analiza su relación con Vellini, la cual empieza con el rechazo y terminará con el mismo rechazo, atado unicamente a sus pasionales encuentros.


Es sin duda su cinta más accesible, lo que ya es decir mucho. Digamos, ya no sale el famoso Rocco Siffredi. Sin embargo, la tematica recurrente de Breillat ahí esta. Aunque bastante tediosa, el asunto nunca pierde interes y tiene el acierto de cerrar la película sin mucho alboroto. Como personas tentadas a las pasiones, hay cargas que no podemos soltar nunca. A veces esas cargas, son personas también. Y no hay forma de deshacerse de ellas. Francamente, no queremos hacerlo.








Gloria al Cineasta (Kantoku · Banzai!, Dir. Takeshi Kitano, 2007)

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Ha sido imposible para mi no ser adicto al cine de Kitano. Personaje emblematico del cine asiatico y una verdadera celebridad (en todos los terminos) de Japón, Kitano ha hecho lo que ha querido. Dejo la escuela de ingeniería por su caracter. Trabajo en un antro de comediantes, donde se le presento su primer oportunidad para actuar y fue conductor de un ultra popular programa de Tokyo (bastante enfermo para gustos occidentales). Se conocio en este continente con una de sus peores cintas, Brother y con el logo de "El Tarantino oriental". Frase que es una soberana falacia. Tarantino le debe su carrera a cineastas como Kitano o Miike, no al revés. Pero a Kitano eso ni lo despeina.


Curioso es que se le conozca más por sus cintas de mafiosos, yakuzas, policias violentos. Películas como la propia Brother, Sonatine y la maravillosa Hana-bi han contribuido a cierto encasillamiento que se le tiene. Quienes hemos seguido su cine muy de cerca, podemos afirmar que Kitano ha incursionado en muchísimos géneros, con bastante acierto.



Será por eso que su más reciente cinta, Gloria al cineasta sirve como recordatorio de sus incursiones en el cine y de las que ha evitado. La cinta, que parece documental, narra la aventura del propio Kitano (viajando con su doble, o stunt) tratando de encontrar la tematica de su siguiente cinta y las ideas que ha tenido. Una auto-parodia de Kitano es de por sí algo que se tiene que revisar. Finalmente entiende que es un chiste. Que todo, al final, es una broma, que puede, en sus manos, ser bien ejecutada. Su incursión a manera de gag en los géneros que menciona es divertidisima. Se burla de la cultura oriental, de la occidental, del encuentro entre ambas. De sus historias, de sus cintas (de Zatoichi, de Kikujiro), de las cintas ajenas. Y la segunda mitad es tan absurda como divertida.


El cine de Kitano es genuino hasta cuando el mismo director quiere hacerlo repetitivo. Pensandolo bien, no solo Tarantino le debe su carrera a Kitano, muchos estan en la lista.







Sukiyaki Western Django (Dir. Takashi Miike, 2007)
* * 1/2


La última cinta que me toco ver del Ficco (por fin) fue esta (no se si decirle nueva) del director más popular del underground (aunque parezca contradictorio). Takashi Miike. Un hombre con más de 70 cintas realizadas, quien dirige cuando menos 4 al año. Popular para muchos porque el mismo festival presento una de sus obras más populares, Ichi The Killer. Cinta que sorprendio a quienes la vieron, porque no habían visto nada similar (vamos, Ichi no es su mejor cinta). Miike esta en todos lados, eso es un hecho. Audition le gano un voto a favor más en circuitos seudo intelectuales.



Sin duda es un director con mucha propuesta y visualización. Con un uso destacado y desmedido de la violencia, Miike (al igual que Kitano) ha transitado por muchos géneros. A diferencia de Kitano, Miike si necesita de la violencia explícita para demostrar algo, lo cual lo ha hecho siempre con solvencia (tendría que mencionar de nuevo a Michael Bay para mostrar la contraparte, puesto que Bay usa efectos especiales sin importarle si tienen sentido). Comedias soberbias y algo psicoticas como The Happiness of the Katakuris, obras violentas como la saga de Dead or Alive, todas tienen un común denominador. La psicosis humana.



Siendo Miike gran amigo de Tarantino, y este último fanatico de los western, era lógico que el siguiente género que tenía que mostrar Miike era el de vaqueros. El escenario es Nevada, donde dos grupos en conflicto se reparten un pequeño pueblo, en la busqueda de la leyenda de un tesoro escondido. Ese es el planteamiento, donde después se descubrirán misterios, personajes y demás elementos que llevarán al enfrentamiento entre el líder de uno de los grupos con el recien llegado forastero, de grandes valores.


El estilo es eminentemente de un Manga, como lo fue con Ichi the Killer. Y como tal, los excesos no son una limitante para contar la historia. Miike transforma a sus personajes en estereotipos orientales (hasta hablan ingles) con accesorios propios de su cultura. Por ejemplo, manejan pistolas y sables por igual con gran destreza. Esta la mujer que huye de su violento pasado, el niño participe de una tragedia, la madre vengativa, el líder brutal e inescrupuloso. El asunto esta tan bien planeado que si hubiera sido trasladado al presente (o al futuro) hubiera funcionado de igual forma.


Miike seguirá rodando 3 o más películas cada año, hasta que la vida le permita. De esas tres, una será excepcional, otra será interesante, otra será un desperdicio. De los errores se aprende mucho. Este western desde el punto de vista de Miike, es interesante y nada más.