Artista del Mes - Mogwai



Buscar un adjetivo que describa su música es realmente imposible. Quien los catalogue en algún género con la finalidad de darles cabida comete un error. No es post-rock, no es ambiental, no es alternativa, ni mucho menos es electrónica. Y es que para comprender algo, nos obligamos a categorizarlo, a ubicarlo en tiempo y espacio. Olvidamos muchas veces que la música no pertenece a un estante, a un estereotipo, olvidamos que solo hay que escucharla y en el uso de ese sentido, dejarse llevar a lugares que la únicamente la mente conoce.

Alguna leyenda narra que un especialista, después de verlos en vivo, aseguro que el ritual resulto insoportable de tal forma que solo les deseaba a los integrantes una muerte lenta y dolorosa. Al menos habría que agradecerle a quien lo declaro que no tuvo el desden de endilgarles un adjetivo musical.

Mogwai se formo en 1995, en Glasgow, Escocia. Sus piezas instrumentales basadas en los sonidos que pueden sacar de la guitarra han servido de influencia no solo para las bandas que le siguieron, sino para cualquier otra modalidad de expresión. Por sus melodías han pasado tanta frustración como redención, han recorrido días nublados y caminos a paraísos. Han llorado la infancia perdida y la decadencia adulta. Cada segundo de sus piezas revela más que el anterior y el desgaste natural que produce.

En un mundo ideal, dijeron alguna vez, todos serían fanáticos de la banda Low. En un mundo ideal, uno olvidaría las categorías y escucharía. Con mucha atención.


1. The Sun Smells Too Loud (de The Hawk is Hawling)
El primer sencillo que se filtro de su nuevo disco, una maravilla de casi siete minutos que parecería deambular entre las más dolorosas derrotas y las más emblemáticas victorias.

2. Ithaca 27-9 (de Ten Rapid)
Aquí esta el experimento que seguramente torturo a quien los escucho en vivo. Una pieza que avanza lento, con calma, buscando aquel recuerdo que martiriza y humaniza al escucha, para rematarlo con toda una sacudida virulenta y furiosa. Furiosos de estar ahí, furiosos de estancarse ahí.

3. Friend of the Night (de Mr. Beast)
Primer sencillo del disco Mr beast, que los colocaba de alguna forma menos demandantes, aunque no por eso más accesibles.

4. 2 Rights Makes 1 Wrong (de Rock Action)
Uno de los considerados clásicos, una epopeya de 10 minutos, en la que uno desea parar, detenerse, despreocuparse, pero que simplemente detenerlo no es una opción.

5. Batcat (de The Hawk is Hawling)
Escucha, con atención.

6. Acid Flood (de Mr. Beast)
La suavidad de cada nota, buscando paz, buscando decencia.

7. I Know you are but what am I? (de Happy Songs for Happy People)
Una de las piezas más suaves, armoniosas y cumplidoras.

8. Emergency Trap (de Mr. Beast)

Otro lamento musical, lleno de vida y sufrimiento. Alegre en el fondo, poco precavida y altamente adictiva


9. Tracy - Kid Loco Remix (de Young Team)

Una de las mejores piezas musicales del grupo tuvo que venir de un remix, uno de los más empleados. Todo el recorrido que podría ejemplificar una vida, va acompañada de esta canción, una de las cinco canciones que mas me gustan de la historia.

Arráncame la Vida


Pareciera más que la revelación final de Arráncame La Vida (2008, Roberto Sneider) es la imposibilidad de amar a alguien. Cerca del final, me preguntaba si la tradición de sufrir amargamente la pérdida de un amor (bajo cualquier circunstancia) es la que nos lleva a cargarlo, a deambular como alma en pena, dar pasos sabiéndose vacío. La costumbre de llorar por el amor que nunca se cumplió, o el que se cumplió pero nunca se retuvo, o el que se retuvo pero acabo rechazándose pareciera inevitable. Llorar porque todos antes lo han llorado, porque la experiencia dice claramente que duele. Muchos sentimientos solo quieren salir, hacen mucho daño al resguardarse y solo quieren manifestarse, alborotarse y calmarse.

Es curioso como la historia empieza con una niña de 15 años, Catalina, quien atrapo toda la atención de un general mucho mayor que ella, en un México con costumbres que caducaron (o que jamás debieron existir) El general, a sabiendas que obtiene todo lo que le venga en gana, la hace su esposa, su mujer, su propiedad. No importa lo que ella quiera, lo que la familia de ella quiera, importa que él lo desea así y punto. La inocencia de ella es tal que busca ponerse a la altura de su marido, convertirse en el juguete que necesita y mantener esa imagen. No es necesario conocer a alguien para apropiarse de la persona, eso parece ser la sentencia. El problema de ella es manifestado casi de inmediato, no siente. Y la frase no tiene mucho que ver con lo sexual (aunque se explique de esa forma) sino con el descubrir que nunca tuvo tiempo de querer sentir, de decidir a hacerlo. El sentir también es parte de una costumbre, a veces maravillosa a veces terrible. El sentir involucra que todas las experiencias tengan que pasar por ahí, una y otra vez. Uno tendría que tener más tiempo en esta vida, dado que todas las decisiones que atraviesan el sentimiento ameritarían mucho más tiempo para tomarse, que para vivirse. Estudiar cada alternativa (más no solución) y precisar que ruta es la más viable, no para ser feliz, sino para no ser miserable. El amor no es todo felicidad, ni es todo tristeza, pero el sentir es todo agonía.

Arráncame la vida es, entonces, toda una declaración a lo vulnerable que es cualquier sentimiento dicho, pronunciado, jurado y vivido. No es una historia nueva y desafortunadamente, tampoco es una historia bien contada. La intención no es lo que cuenta, finalmente cada ser humano es egoísta por naturaleza, siempre irá primero el “yo siento, a mi me duele, me tengo que” y la debilidad de esa situación es más bien notable en la cinta. Por encima de los atributos de producción que la cinta efectivamente tiene (hay tomas y secuencias bastante meritorias), lo más destacable de la película es Daniel Giménez Cacho. Después de verlo recientemente en La Zona de Rodrigo Pla, como un padre de familia indeciso, el actor encarna excepcionalmente todo el estereotipo de macho mexicano revolucionario y caprichoso. Tanto es su desden al resto de los personajes que desfilan ante él, que en cada escena en que desaparece, sus frases y comentarios pesan y adquieren un sentido diferente. La aburrida y tediosa aventura amorosa entre su mujer y un desangelado director de orquesta estorba en el contexto, pero interesa en el fondo por tratar de predecir el siguiente movimiento del implacable general. Desafortunadamente, lo demás pierde mucha importancia.

El general comparte con su mujer lo que quiere y lo que le interesa. Lo que siente y lo que sufre y nada más, para él es mujer y por tal, es peor que un peón pero mejor que un adorno de oro. No niega sus infidelidades, se las entrega buscando establecer quien es el que manda, pero sorprendentemente buscando que su mujer, a quien muy en el fondo ama, pueda sobrevivir a lo que le depara la vida. Cuando por fin ella empieza a sentir, en el final de la cinta, uno tiene que entender que el militar quería evitarle ese sufrimiento. “¿Y a usted que le falta?” le pregunta en una escena cuando lo descubre con otra mujer. Ella creyó que le faltaba sentir, él sabía que no lo necesitaba.


Below


¿De que va?

En la Segunda Guerra Mundial, un submarino atiende una llamada de auxilio y es ordenado rescatar a tres sobrevivientes de un destruido barco hospital británico. Desde el encuentro entre la tripulación y los sobrevivientes se presenta el rechazo y la tensión: primero debido a que uno de los sobrevivientes es mujer y segundo, uno es alemán. De forma paralela, varios sucesos sin explicación empiezan a aturdir y preocupar a los tripulantes, fallas mecánicas, alucinaciones, supersticiones. Poco a poco, cada uno de los personajes entra en su propia desesperación y ciertos secretos tratan de justificar todo el extraño entorno.

No suena muy original…

Probablemente no pretenda ser original. Pareciera ser que los responsables se esmeraron bastante para crear un ambiente que genere mucha paranoia y tensión, por lo que lo claustrofóbico del submarino cobra mucha importancia, a la par de las convicciones de cada miembro de la tripulación, entre cobardías, miedos, pretensiones y traiciones. El reparto es por demás interesante y cada actor cumple con bastante decencia su papel. Pero lo más llamativo son sus creadores. El director es David Twohy, responsable de Pitch Black, la muy divertida cinta de ciencia ficción donde se presentaba el personaje de Riddick (Vin Diesel) Y la historia, el guión, corre a cargo de Darren Aronofsky.

¿Y esta de donde salió?

Francamente no causo el menor interés del público en su estreno en el 2002. Algo tienen este tipo de historias fantasmagóricas que no provocan mucho interés. Sin embargo, por encima de los defectos naturales que una historia como esta se digne de tener, la historia va avanzando sin prisa, sin adelantos, sin recelos. Probablemente Twohy no es el director más talentoso, pero sabe contar sus historias sin alterar mucho el resultado al que quiere llegar, es decir, se toma su tiempo para desarrollar a los personajes, para hacerlos interesantes y para incrementar la angustia sin necesidad de sustos baratos o fáciles.

Mucho más menospreciada que cintas con argumentos similares, la verdad es que Below no prometía mucho, en realidad no hay nada verdaderamente sobresaliente, pero logra captar la atención del espectador y hasta genera una real preocupación por la vida de esos personajes.


Below (2002)
Dir. David N. Twohy
Guión: Darren Aronofsky y Lucas Sussman
Actuán: Bruce Greenwood, Matthew Davis, Olivia Williams

1923 - 2008



Llegamos solos y nos iremos solos.

A veces la cotidianidad genera mucho vacío, el cual se rellena con cualquier método disponible del hombre. Nos saturamos y hasta nos enfermamos de trabajo, disciplina, deportes, entretenimiento. Depositamos mucho más que esfuerzo y esperanza en cualquier actividad que realizamos, con mucha convicción de que se verán retribuciones y recompensas. No confiamos en las situaciones que pronosticamos problemáticas, aunque sean parte de una realidad palpable. Más de una vez, necesitamos de esas historias que nos comprueben, que no hay nada imbatible, nada inalcanzable, nada imposible. El dolor que pocos pueden tolerar es el que involucra perder la ilusión, puesto que finalmente, todos los planes, todos los proyectos, todos los compromisos a futuro son ilusiones. Nadie quiere abandonarlas porque estimulan mucho el sentido universal de una vida.

Probablemente una de las ilusiones más claras y más emotivas que tenía fue llegar a conocer y compartir el escenario que involucra una de mis grandes pasiones en la vida. Una pasión que se quiere volátil, poco trascendente, desechable. Las pasiones son pasiones porque no comprenden (ni quieren) los razonamientos más estructurados posibles. Son pasiones porque no respetan condiciones, limitaciones. La fanaticada es tan inevitablemente vulnerable como lo es de indestructible. Esas pasiones nunca son controladas, nunca son contenidas, son explosivas, irracionales, consumidoras. La fortaleza de esa pasión es el organismo que la transporta, la lucha de convencimiento, la motivación. Pasiones, al fin, desmedidas que aíslan los problemas reales, las dudas, las angustias.

Nunca conocí el Yankee Stadium, y se en el fondo que es una ilusión que perdí y nunca podré rellenar de nuevo. Puedo argumentar, entonces, que mi pasión no fue tan grande como creía, pero de inmediato ese engendro que he creado me tranquiliza. No todas las ilusiones están diseñadas para cumplirse, muchas están diseñadas para perderse.

Pocos lugares han sido tan emblemáticos para mí, tan envolventes, tan relajantes. El béisbol siempre tuvo esa silueta, esa figura, ese logo. Ese terreno en forma de diamante era mucho más que un campo, era una ilusión y una vivencia muy personal. Era el elemento común de un deporte, de una fanaticada. Era el sonido no de una ciudad ni mucho de menos de un solo país. Fue la imagen de la clase, de la categoría de un equipo que carga con la esperanza de millones: la esperanza de despertar con mejor ánimo, de correr con más determinación, de poner en marcha tanta ilusión pendiente se tenía.

Todo tiene fecha de caducidad. Todo tiene un final. El final llego en una temporada dolorosa, perdedora y angustiosa. Pero el final estaba marcado y estudiado. Pocos fueron los afortunados en llegar, aún menos fueron los afortunados en salir. 85 años que resguardaran demasiados sucesos para siquiera tratar de analizarlos. Eventos que ni siquiera tienen que ver con lo deportivo, lo religioso, lo espectacular. El evento de alguien que conoció por primera vez a alguien, alguien que perdió a alguien más. La ilusión de quien de pequeño se entreno para estar ahí y de quien nunca lo consiguió. Ilusión de quien perdió mucho y recupero un poco. El hombre que lloro al ver perder a su equipo, pero no lloraba solo por eso, lo hacía por la acumulación de preocupaciones y angustias que le saturaban. El primer beso de alguien, el último de otro. La desilusión, la tristeza, la emoción, la furia. Nada se contenía, nada se prohibía, nada se excluía. Fue el hogar de un equipo de béisbol, fue la casa de mucha gente que ni el deporte le interesaba.

Uno de los escenarios más reconocidos se convirtió en el más respetado. Su final tuvo que darse de una forma u otra. Y aunque perdí mucho más de lo que creía cuando vi frustrada esa, una de mis más grandes ilusiones, se que nunca estuvo destinada para cumplirse. Todo lo que me queda es el vacío, que se llena cada segundo con lo que me dejo, con lo que me brindo, con la sonrisa que pude robarle.

Y aunque podría seguir intentando llenar ese vació con palabras, deportivamente el mejor recuerdo que le quite a ese lugar fue la angustiosa victoria en entradas adicionales al más odiado y dependiente rival: Boston. El cuadrangular de Aaron Boone que dejo tendidos a los Red Sox y que los eliminaba de la Serie Mundial. En ese momento, en ese majestuoso momento, alguien esta cumpliendo una ilusión desde la tribuna. Y alguien más, la estaba perdiendo

Coming soon .... - Not! -


Sitges es uno de los festivales cinematográficos más interesantes en contenido y propuesta. Siendo uno de los pioneros en destacar todo lo envolvente al cine fantástico, de horror, gore y ciencia ficción, es, junto al Festival de Toronto, un festival que no niega su espacio a muchas propuestas que, en muchos lamentables casos, terminan viendo su suerte en formato casero. Como en todos, muchas de esas cintas con el tiempo se han convertido de culto y otras solo rellenaban un horario. La programación de este año es por demás interesante, rescatando propuestas de cada rincón del mundo. Presentada también en el TIIF, una de las cintas fuera de competencia que ha llamado mucho la atención de espectadores es JCVD.

De que los hay, los hay. Conozco a unos varios, por así expresarlo. Pero, mi opinión, aquellos que nunca disfrutaron una cinta del belga Jean Claude Van Damme se privaron de varios de los momentos más divertidos, jocosos y entretenidos del cine de acción de los 80 y 90’s. Muchos nos quejamos (y con razón) de los ochenta, olvidando que esos como Van Damme, Seagal, Norris nos llenaban de emoción y alegría. El belga astro de las artes marciales nunca se destaco por ser buen actor, por elegir buenos papeles o por tener mayores habilidades que girar con un perfecto split. Mi infancia me prohíbe reconocer que era uno de los entretenimientos más imperfectos que uno podía encontrar. Por el contrario, me recuerda la búsqueda frenética que realizaba por conseguir sus primeras cintas, en especial una donde es el villano con poco dialogo. Salí saltando y aplaudiendo después de presenciar Timecop y hasta me divertí con una llamada Maximum Risk. Lo que siguió fue su inminente caída libre.

JCVD es un falso documental de cómo Van Damme regresa a su país natal, desilusionado, endeudado y sin posibilidades de ser feliz en Estados Unidos. Al parecer, la suerte tampoco le sonríe en su país y más bien le trae humillaciones, peleas legales y ser victima de asaltos bancarios. Por lo general se dice que uno se auto flagela evitando ser flagelado por un tercero. No se si reír o llorar, pero sin duda es una cinta que se antoja.

Otra más que se presenta en el Sitges este año es The Informers de Gregor Jordan (Ned Kelly, 2003). Ubicada en 1983, esta cinta esta basada en una serie de cuentos del controvertido Breat Easton Ellis. Como con todas las cintas basadas en el escritor, ya ha generado una tonelada de controversia. Me pregunto que habrá pasado con el proyecto de llevar al cine la novela Glamourama. Por lo pronto, hay que conformarse con esta, que por el trailer, parece muy interesante

Malinchista yo

A veces tengo que admitir que rechazo lo nacional. Me choca escuchar la música en español moderna en la radio o, para el caso, en cualquier otro lugar. Tampoco tolero mucho del nuevo cine mexicano y casi siempre lo generalizo entre una mal copia o una extensión de cualquier telenovela (reconozco que en los últimos años he visto muy buenas propuestas, aunque sea una por año). Puedo, como cualquiera, lanzar muchos argumentos que sirvan como válida mi postura, pero cuando alguien me dice (sin mucho tapujo) malinchista, poco o nada puedo debatir. Rechazar ciertas cosas nada más porque son de tal lugar, tal grupo, tal director siempre ha probado ser un arma de dos filos, uno juzga desde antes el producto.

Con la música el caso es ejemplar. No me gusta el rock mexicano, ni el pop, ni la salsa, ni la banda. Medio tolero algunas cumbias (con mucho alcohol de antemano) en algunos espacios (no en el transporte público), algunos boleros y metal, aunque este último lo cantan en diversos idiomas. Es curioso, si lo analizara a profundidad, el hecho de que siempre me he rodeado con gente que tenía como favorito a algún grupo en español. Tal vez eso mismo me hacía negarlo y idealizarme como alguien que iba por opciones diferentes (la verdad es que mis opciones eran muy comunes) Nunca jure lealtad a Caifanes, pero me gustan varias de sus canciones, no soy muy adicto a Café Tacuba pero disfrute mucho un concierto de ellos. Puedo enumerar un par más, pero si de música en español se trata siempre me llegaba más la música del sur. Entre Los Tres y, por supuesto, Soda Stereo, se me apareció un grupo que con una sola canción me compraron permanentemente (soy bastante barato para eso) Es la canción más explotada de ellos, la más identificable y la que mas me ha gustado de los últimos años, tratándose de música en español.

Coincidió en la lectura que me obsesionaba en esos años, por allá de 1998. Charlie Decker platicaba a sus rehenes sobre la historia de su virginidad. Al lado de su mejor amigo, visitaban a un compañero mayor, drogadicto y mujeriego, una imagen que seducía por su simplicidad y sus victorias. De la nada surge una fiesta-orgía-deprave a la que felices asisten, donde el protagonista se descubre abandonado y sin mucho éxito para acercarse a una chica. La casualidad le lleva a una mujer muy tranquila, fuera de lugar, quien lo convence a relajarse de semejante escándalo dando un tranquilo paseo por la playa cercana. Al final ella lo seduce, Charlie lo describe y recuerda dolorosamente cómo cuando todo estaba por suceder, una imagen destruye ese momento. La imagen de una mujer con la nariz rebanada de tajo, un hombre gigantesco a su lado portando un machete. La mujer era su madre.

Ese fragmento esta ilustrativamente narrado en el libro Rage de Richard Bachman. Pero siempre imagine el paseo previo a la playa de la mano de esta canción. Vaya, siempre tengo que encontrar una referencia cinematográfica para explicarmelo:



Lucybell - Mataz
Dir. Carlos Moena

El Juego de Gerald




Por supuesto uno tiene definidas casi todas las situaciones extremas que podría experimentar. Uno, para bien o para mal, tiene una rutina específica de su vida, de su día, de su espacio. Hay variantes, hay avances y retrocesos, pero el estilo radica, por periodos, dentro de una misma burbuja. Encaminarse de tal forma en la vida es en muchos aspectos natural, es una medida de precaución para enfrentarse contra lo imprevisto, en el fondo. Desviarse un poco de ese trazado aporta diferentes resultados (la maldición del ser humano, actuar en base al resultado), los cuales no son conocidos (son esperados o adivinados) y por tal, se les evita. Una situación extrema lleva a actuar a las personas de formas que jamás hubieran pensado, porque mucho tiempo después de haberlas sorteado, siguen sin ser comprendidas.

Jessie empieza a relatar su historia en el momento en que los dientes de la cadena hacen clic. Despierta de su letargo momentáneo para descubrirse esposada a la cama, semidesnuda, observando a su sobre-excitado marido, Gerald, quien la ha llevado a la cabaña de veraneo, alejados de cualquier ser humano, para dar rienda suelta a las únicas pasiones eróticas que le motivan algo. El juego que tanto emociona a Gerald es uno que a Jessie nunca le ha interesado, pero participa por la emoción que nota en su alejado marido. Sin embargo, no le interesa ser parte del juego en ese preciso instante y toda una avalancha de recuerdos y emociones le vienen al recibir la negativa de su marido, las cuales le llevan a asesinarlo de forma accidental y descubrirse atada, en medio de la nada, sin ninguna posibilidad de escapar.


De tal forma da inicio la novela de ficción número 19 de Stephen King. Esa es la semilla que detona el relato. De la misma forma en que King imagino a Pennywise cuando observo el reflejo de la luna sobre un río en Boston (y pensó que sería muy divertido que un payaso fuera un monstruo con dieta al miedo), el escritor desarrolla todo un brutal relato con la imagen de un deforme humanoide que carga anillos y huesos. La mujer de su historia es una persona desilusionada, alarmada pero rutinaria, que decide permanecer al lado de un hombre que no ama, porque esa muralla le impide recorrer sus propias experiencias. Sin embargo, la vida le tenía destinado enfrentar sus recuerdos y aprender a responsabilizarse de su vida en aras de escapar de semejante pesadilla. Sin agua, sin comida, sin movimiento, el cuerpo de Jessie poco a poco deja de ser suyo, deja de obedecerla, deja de reaccionar, para ser acompañada únicamente por un cadáver, un perro y una figura que nunca se revela como real o imaginaria, formada solo de sombras y reflejos de la luna, que le muestra sus tesoros y aguarda pacientemente que ella se rinda, para reclamarla a ella también.

King, como en prácticamente todas sus historias, no se tienta mucho el corazón y describe con muchísimo detalle cada instante de agonía que la mujer padece. Porque no solo la ilusión de su muerte desolada y francamente patética es aceitado motor para desear que llegue pronto, también lo son sus tres compañeras imaginarias, parte de su propia personalidad: su mejor amiga de la universidad (a la cual nunca ha llamado después), su propia versión de la esposa reprimida y sumisa y a si misma a los 12 años, el único ser que parece tener más respuestas que cuestionamientos. Esa pequeña Jessie se le presenta para enfrentar el único recuerdo que no ha retomado, que no ha enfrentado, el recuerdo que le hará posible su supervivencia. Una historia de abuso, de incesto, de profunda culpa. El costal de culpas que Jessie ha cargado en su vida sorprendentemente deja de ser tan pesado en ese momento de su vida.

Es hasta cierto punto plausible la forma en que King aborda todas las referencias internas de sus anteriores historias y de las futuras. La detallada aventura dura escasos dos días, pero cada página se siente eterna, permanente, desolada. Las memorias que enumera Jessie sobre su infancia deberían llevar a describir y desarrollar un tipo de personaje totalmente diferente al que presenta. Las voces que con el paso de las hojas se convierten en un personaje más, no solo revelan como escapar del misterio, revelan como fue que llego a el. El Juego de Gerald (1992) supone ser una primera parte de una trilogía, que el propio King solía llamar “del Eclipse”. El mismo fenómeno que se presento en la siguiente novela “Dolores Claiborne”, durante el cual, el evento detonante y delineante de toda una vida se presenta. Ambas heroínas son mujeres en inicio poco activas, con poca inventiva, pero que descubren una fuerza interior sobrenatural cuando se enfrentan a horrores que no pensaban existían.

Una de las novelas menos conocidas del mítico escritor, El Juego de Gerald es una experiencia agotadora, dolorosa, plenamente identificada con sus “sobrinos” (como suele llamar a sus lectores asiduos) y sumamente emocionante.



A

[Rec]


Todos estamos expuestos a experiencias traumáticas. Las impresiones que esos sucesos nos dejan permiten un mejor entendimiento al mundo que nos rodea, nos permite evitar peligros y nos desnudan muchas realidades. En pocas ocasiones uno opta por atravesar el recorrido que esas experiencias establecen, es más fácil adquirirlas por otros métodos. Si la imaginación se emociona con el cine, la literatura, el arte, también debe emocionarse con el espejismo de lo que llama “vida real”. La sobre exposición de los reality shows ha indicado que la gente no se cansa de ver los pesares, alegrías y temores de “gente real”. En apariencia, las vivencias de los protagonistas de esos ejercicios no deberían tener diálogos programados, escenas climáticas orquestadas, ni aprendizajes misteriosamente revelados. La esencia sería descubrirnos mediante ese bizarro pero cercano espejo.


Ese modelo, ese esquema de seguir los movimientos de las personas con una cámara en mano dejo de segmentarse en la televisión y se expandió a diversas actividades. El cine no esta excluido y con los años, la cámara en mano ha sido cada vez más constante. Solo el año pasado, bajo ese esquema, se presento la destrucción de Nueva York vía Cloverfield, una invasión más de zombis con Diary of the Dead y una curiosa cinta española de nombre [Rec]


Con la evidencia de su título (el “rec” de todas las cámaras de mano cuando registran un suceso) lo primordial del ensayo es grabarlo todo. Al menos todo lo que se pueda. Dos reporteros televisivos realizan su siguiente episodio, donde retrataran la vida de un grupo de bomberos, sus actividades, sus características y su operación durante una noche, mientras la ciudad duerme. Al principio no sucede mayor cosa, algunos bomberos se presentan tímidamente ante la cámara, algunos otros se le esconden. Matan su tiempo durmiendo, jugando baloncesto y otras actividades que los saquen del tedio. Cuando el reportaje parece no llevar a ningún lado, el equipo recibe una llamada de emergencia, informándoles que una señora tuvo un accidente en un departamento. La emoción se hace presente en el equipo de filmación y se encaminan a acompañarlos en el suceso, que les puede dar justificación y rating al programa. Al llegar al lugar, el simple llamado precautorio al equipo se convierte en una pesadilla sangrienta para cada uno de los involucrados.


Lo llamativo es el formato. No debido a que sea nuevo, sino a lo imaginativo que lo comprometen sus creadores. A partir de la aparición de la primera amenaza, la cinta se dedica a retar el nerviosismo y el temple de los espectadores en un ejercicio estresante que a cada minuto se siente más sofocante. Los personajes no tienen ningún control sobre la situación, no pueden más que aguantar. La policía ha sellado el edificio y su escapatoria es una ilusión esperanzadora, porque a cada minuto más sobrevivientes se transforman en animales poseídos, agresivos y asesinos. De la misma forma, el espectador no tiene control sobre lo que observa en pantalla, su información se limita a lo registrado por la cámara, los movimientos bruscos del camarógrafo al huir de las criaturas, la lejanía (o cercanía) de los acontecimientos según su ubicación y los sonidos aterradores sin ninguna imagen que les justifique. Esa carencia de control hace que toda la situación parezca insufrible, aterradora pero siempre curiosa, siempre con el deseo de más. El mérito de Rec es lograr la paranoia a niveles verdaderamente angustiosos, siendo los últimos minutos una prueba de paciencia y calma, retomando con éxito un lugar muy común que, con el uso, dejo de ser aterrador. Hacía muchos años que un ático no se veía tan terrible.





[Rec] (España, 2007)
Dirección y guión: Jaume Balagueró y Paco Plaza
Actúan: Manuela Velasco, Vicente Gil, Claudia Font, Pep Sais

- Broadcast -


Uno puede encontrar cualquier cosa en la red. Eso de encumbrarla (es un decir) Como “la nueva televisión” parece no estar muy alejado de la realidad. El navegador promedio (aquel que hace más que revisar su correo) tiende a ver videos en línea que probablemente ya vio en televisión (o cine o video) o que no podría ver en ningún otro lado.


Tanto en blogs, como en myspace, hi5 y demás, uno puede encontrar un video (de youtube, de dailymotion, de un celular) de algún gusto, placer, odio, tontería del responsable de dicha página. Me parece que el logo de Youtube es tan reconocido como el de Coca-Cola. Evidentemente, no todos los videos son interesantes o divertidos o ilustrativos. A mi me sigue impresionando el éxito que tuvo el video de “ya guey, yaaaaaa gueeeeeeeeyyy” del tal Edgar. Pero de vez en cuando, alguien tiene el acierto de rescatar videos que casi son de obligada revisión.


Esta semana, en un par de blogs, me encontré dos que me hicieron recordar y reír (que es la base de la vida, según Jodorowsky, burlarse de uno mismo) Haciendo un poco de promoción, el primero es del blog de Paxton, enumerando los monstruos más emblemáticos. El segundo, cortesía de Mobiüs, sobre las peores escenas del cine. Ambos videos valen mucho la pena. Por mi parte me encontré con dos que también me parecen ilustrativos y divertidos. El primero, similar, sobre las peores escenas del cine, episodio 8 (por favor, pongan atención a la escena de la cinta Bandolero)



El segundo es probablemente una de las secuencias más divertidas que me ha tocado ver, sobre todo por el personaje y sobre todo por el actor. La muerte de Samuel L. Jackson en Deep Blue Sea (1999) La mejor escena de la carrera de Renny Harlin, probablemente


Redbelt





Es muy probable que en la vida de cualquier persona, su record personal almacene más derrotas que victorias. Las expectativas se enfocan en el resultado, de ahí que no siempre son los favorables, óptimos o deseados. En realidad, uno no puede sentirse culpable si la batalla se emprendió bien. El deporte es competitivo por entendimiento, por costumbre. Y aunque coincido con el lema Lombardi, también las primeras enseñanzas que los buenos entrenadores dan son “caerse esta permitido, levantarse es obligatorio

Ese lema lo explota de manera muy correcta el siempre efectivo David Mamet. Una permanente referencia y casi una escuela para cualquier aspirante, estudiante y maestro de guionismo, Mamet siempre se ha destacado por la constancia de sus historias y la solvencia con la que se resuelven (bueno, hasta su guión de Ronin lo demostraba) Aunque el cine es ficción, por naturaleza uno siempre desea encontrar respuestas, revelaciones y sobre todo cercanía. Mamet no se preocupa por conseguir esa cercanía más de lo que se preocupa con su propia coherencia. Novelista, dramaturgo, director, su mayor característica es el dominio cabal que tiene del lenguaje. Nadie como él para hacer de una sola palabra, una sola frase, toda una propuesta. Ese profundo conocimiento de la palabra como arma, como creación, como emoción, solo se puede conseguir cuando se sufren reveses. Su última cinta esta llena de ellos, pero la batalla es la que importa.

En Redbelt, Mamet narra la historia de Mike Terry (Chiwetel Ejiofor) un respetado maestro de jiu-jitsu, cinta negra, veterano de guerra, que mantiene con muchos esfuerzos la pequeña academia que ha levantado. No solo trata de enseñar las llaves, las salidas, las contingencias, Terry procura enseñarles que esas herramientas no sirven de nada, si la persona que las ejecuta nos las entiende, no las examina, no las controla. Él nunca ha participado en combate alguno, respeta el arte por lo que le provoca, por lo honorable. Su alumno más apreciado, un policía con problemas económicos, no manifiesta esa calma necesaria y de inmediato se enfrasca en un problema con una abogada dependiente de anti-depresivos, dentro de la academia. El incidente parecería no llevar a más, sin embargo Mamet armoniza ese pequeño detalle, con los resultados que se darán eventualmente en la historia. Terry se cruzará posteriormente con una estrella de acción en Hollywood y un promotor de combates televisados, quienes al final provocaran que se enfrente a sus propias convicciones.




Poca gente sabe que Mamet es un profundo admirador de este arte marcial brasileño, del cual, por cierto, es un responsable practicante. Y así como las Mixed Martial Arts han tenido una reciente popularidad, Mamet no trata de reivindicar ese gusto de las nuevas generaciones. La clave del jiu-jitsu, la lucha en el suelo, es controlar las emociones, entender la posición y respirar. Respirar permite tomar mejores decisiones. La reflexión de un duelo de jiu-jitsu con la vida real, va de la mano con las situaciones de Terry:

El reto inicial, vencer el propio miedo. El encuentro, el primer contacto: en el cual Terry tiene no solo que convencer a su esposa (la bella Alice Braga), se tiene que convencer de que lo que hace es lo correcto.

Después se da la identificación de las fortalezas y debilidades del oponente: al momento de entablar una amistad/enseñanza con la paranoica abogada (Emily Mortimer). El momentáneo sentido de la sumisión, de la victoria vía el descuido del rival: Terry adentrándose en la vida de la estrella de cine y el apoyo del promotor.

El error que provoca esa confianza: al verse traicionado por todo lo que le rodea. Para pasar al último esfuerzo, el último respiro, el último intento. Ese aliento final determina el resultado, la victoria, la derrota, la emoción y la lesión. En ese mejor momento, en ese mejor ejemplo, Mamet decide (o lo decidió desde un inicio) que el resultado no es lo importante, no es el mérito último. Lo más importante es haber llegado, haber luchado, haberse levantado. Haber escapado del candado, del arm-lock, del triangulo.

Los personajes intercambian experiencias, frustraciones e interrogantes. Las últimas no son contestadas, son interpretadas. Y en esa interpretación, Mamet no da mucho espacio para la duda.





Redbelt (2008)
Dirección y guión: David Mamet
Actuan: Chiwetel Ejiofor, Alice Braga, Emily Mortimer, Tim Allen, Joe Mantegna

Update Passengers & Righteous Kill

Las víctimas de algún accidente o experiencia traumática siempre son objetos de estudio. Las memorias que conservan podrían tener respuestas a varias preguntas. Una anécdota (desconozco si es real) mencionaba el caso de una mujer a la que le fallo el paracaídas y cayo miles de metros hasta una zona repleta de arbustos. La mujer sobrevivo milagrosamente con heridas de mucha gravedad. Cuando le preguntaron que sintió cuando supo que el paracaídas había fallado, ella respondió que no lo recordaba. Que su recuerdo iniciaba cuando el instructor le daba una palmada en la espalda (quizá hasta un leve empujón) y luego se encontró en la camilla de una ambulancia. La cuestión que rodeaba por la mente de todos fue si en verdad no recordaba la caída. Si, tal vez, lo que experimento fue de tal intensidad que nadie le creería. ¿Habrá visto algo que nadie ha visto jamás?

Los sobrevivientes de la serie Lost no son populares por haber sobrevivido al accidente, o por sus aventuras en la isla. Son recordados por las experiencias que los llevaron a ese lugar, que coinciden en un terrible accidente en los aires

Passengers es el título de la nueva cinta de Rodrigo García (Nine Lives, 2005) en donde después de un accidente en avión, los sobrevivientes lidian sus experiencias con la ayuda de una terapeuta. De los cinco que sobreviven, esta desde luego, el misterioso, el que se niega a compartir. El especial. Poco a poco desaparecen los sobrevivientes y todo indica que el misterioso tiene la respuesta a los sucesos extraños.

La verdad es que si el involucrado no fuera García (o Anne Hathaway) no mostraría el menor interés en la cinta. Sin embargo, García parece dominar el espacio que expone. Me parece que sus mejores trabajos se encuentran en la televisión (episodios de Carnivale, Six Feet Under y The Sopranos)



La otra cinta es la esperada/mentada reunión de dos íconos: Robert De Niro y Al Pacino, Righteous Kill. Nuevamente (como sucedía en Heat) se trata de una thriller policial, con asesino causando pánico y poniendo de cabeza al departamento de policía. Sin duda, ambos actores son autenticas leyendas, pero también es cierto que han venido a menos en los últimos años. Sin revisar filmografías, a bote pronto, de De Niro recuerdo esa basura esa llamada Godsend, Meet the Parents y Showtime. De Pacino, Simone, The Devil’s Advocate, Two for the Money.

La trama no parece muy interesante, el director Jon Avnet no promete mucho y no estoy seguro si De Niro aparece como un intimidante policía o una continuación del agente retirado de la CIA que odia al novio de su hija. Lo interesante parece provenir de la relación entre ambos policías, la camaradería, la amistad y la anticipación que tienen uno del otro.

Lo que si es que verlos juntos en la misma cinta ya asegura varios boletos.

Tarantino Connection / Part 1


La música que escuchamos manifiesta nuestros gustos, estilos, ideologías. En cierta medida, nos define. La música que nos gusta es algo especial y se le protege. La música que nos gusta nos separa de la individualidad natural del ser humano y nos agrega a un círculo social, nos aleja de uno para formar parte de un todo.

No solo es la compsición, la música esta cargada de significado, de simbolismos. Una sola pieza, una canción no solo es singular por la melodía o las líricas, tiene vínculos con un lugar, con un momento, con un espacio de tiempo. Cualquier género musical contiene características culturales y hasta históricas. Cada quien los adopta acorde a sus propias condiciones y gustos.

Por eso no deja de sorprender el uso de la música popular (o la no popular) en el cine. A veces bien, a veces mal, otras de horror. Recientemente, en la cinta Never Back Down, versión/remake muy escueto de Karate Kid, el uso de la música parece invadido con el puro sentimiento de vender discos. El joven que entrena con Wolf Like Me de TV on The Radio (¿cómo pudieron?) o se adapta a las circunstancias de la vida con “Stronger” de Kayne West u observa un conglomerado de varias peleas al ritmo de “Teenagers” de la bandita-emo-vende discos My Chemical Romance.

Indudablemente la relación entre música popular y cine es muy interesante. Se puede argumentar que es estrategia comercial: si vende discos, vende boletos. Es una buena forma de promocionar la cinta y popularizar el soundtrack. Pocos conocían al grupo Underworld antes de la cinta Trainspotting y su estupendo soundtrack. Algunos ni siquiera conocían Lust for Life de Iggy Pop y sin embargo, ahora es imposible que esa pieza se pueda utilizar en alguna otra cinta (tal vez en algún comercial televisivo) La forma en que la música acompaña la voz en off del protagonista es una idea inseparable.

Muchas cosas se le pueden criticar a Quentin Tarantino (muchas otras se le alaban), pero su calculadora selección de la música en sus películas es una que no puede más que admirarse. Tarantino no solo emplea la música con la que creció (y que ama) como acompañamiento, como de fondo. La música es algo fundamental para él y la selección de temas inicia desde la escritura del guión (en Pulp Fiction, especifica que el tema que Uma Thurman debe entonar es Girl, you’ll be a woman soon) Pero su mayor acierto es la forma en la que la manipula para desarrollar cualquier secuencia.


La primera vez que Tarantino aparece en una cinta no aparece su rostro de inmediato. Lo escuchamos, con la misma atención que el resto de sus compañeros, hablar sobre el significado de Like a Virgin, de Madonna, en Resevoir Dogs. Su conversación sobre una canción popular también acompaña cierta camaradería y compañerismo del resto de los integrantes, la discusión que provoca, las opiniones, las burlas. Y de ahí procede a presentar a cada actor, caminar casi de la mano con el tema Little Green Bag.

Cuando el personaje interpretado por Robert Foster se acerca a una tienda de discos, buscando un vinil de The Delfonics, no lo hace por el interés genuino de la banda, lo busca porque al hacerlo se acerca más a la propia Jackie Brown. Y así, manipula cualquier melodía para hacerla propia, suya, única para la secuencia que acompaña. De la misma forma en que nadie imagina Lust for Life en alguna otra cinta, es poco probable que alguien imagine la canción Stuck in the Middle with you y no la relacione con Michael Madsen, su baile, su alegría y su sadismo. ¿O Hold Tigh en la secuencia del choque en Death Proof? ¿You can never tell sin Travolta y Thurman bailandola? Ya ni hablar del silbido de Darryl Hannah en Kill Bill, el cuál hurto vilmente de la cinta Twisted Nerve (que por cierto, es el mismo título de la pieza)

Tarantino ha inmortalizado mucha de esa música. Aún antes del juego Guitar Hero, el director provoco que mucha gente se acercara a la música que incluye en cada soundtrack de sus cintas. Eso no es un logro cualquiera…







7. Sweet Jane - Cowboy Junkies (True Romance)





Y bajo la tonada de Down in Mexico de The Coasters, el famoso "lap dance" omitido en la versión original de Grindhouse: