Arráncame la Vida
Pareciera más que la revelación final de Arráncame La Vida (2008, Roberto Sneider) es la imposibilidad de amar a alguien. Cerca del final, me preguntaba si la tradición de sufrir amargamente la pérdida de un amor (bajo cualquier circunstancia) es la que nos lleva a cargarlo, a deambular como alma en pena, dar pasos sabiéndose vacío. La costumbre de llorar por el amor que nunca se cumplió, o el que se cumplió pero nunca se retuvo, o el que se retuvo pero acabo rechazándose pareciera inevitable. Llorar porque todos antes lo han llorado, porque la experiencia dice claramente que duele. Muchos sentimientos solo quieren salir, hacen mucho daño al resguardarse y solo quieren manifestarse, alborotarse y calmarse.
Es curioso como la historia empieza con una niña de 15 años, Catalina, quien atrapo toda la atención de un general mucho mayor que ella, en un México con costumbres que caducaron (o que jamás debieron existir) El general, a sabiendas que obtiene todo lo que le venga en gana, la hace su esposa, su mujer, su propiedad. No importa lo que ella quiera, lo que la familia de ella quiera, importa que él lo desea así y punto. La inocencia de ella es tal que busca ponerse a la altura de su marido, convertirse en el juguete que necesita y mantener esa imagen. No es necesario conocer a alguien para apropiarse de la persona, eso parece ser la sentencia. El problema de ella es manifestado casi de inmediato, no siente. Y la frase no tiene mucho que ver con lo sexual (aunque se explique de esa forma) sino con el descubrir que nunca tuvo tiempo de querer sentir, de decidir a hacerlo. El sentir también es parte de una costumbre, a veces maravillosa a veces terrible. El sentir involucra que todas las experiencias tengan que pasar por ahí, una y otra vez. Uno tendría que tener más tiempo en esta vida, dado que todas las decisiones que atraviesan el sentimiento ameritarían mucho más tiempo para tomarse, que para vivirse. Estudiar cada alternativa (más no solución) y precisar que ruta es la más viable, no para ser feliz, sino para no ser miserable. El amor no es todo felicidad, ni es todo tristeza, pero el sentir es todo agonía.
Arráncame la vida es, entonces, toda una declaración a lo vulnerable que es cualquier sentimiento dicho, pronunciado, jurado y vivido. No es una historia nueva y desafortunadamente, tampoco es una historia bien contada. La intención no es lo que cuenta, finalmente cada ser humano es egoísta por naturaleza, siempre irá primero el “yo siento, a mi me duele, me tengo que” y la debilidad de esa situación es más bien notable en la cinta. Por encima de los atributos de producción que la cinta efectivamente tiene (hay tomas y secuencias bastante meritorias), lo más destacable de la película es Daniel Giménez Cacho. Después de verlo recientemente en La Zona de Rodrigo Pla, como un padre de familia indeciso, el actor encarna excepcionalmente todo el estereotipo de macho mexicano revolucionario y caprichoso. Tanto es su desden al resto de los personajes que desfilan ante él, que en cada escena en que desaparece, sus frases y comentarios pesan y adquieren un sentido diferente. La aburrida y tediosa aventura amorosa entre su mujer y un desangelado director de orquesta estorba en el contexto, pero interesa en el fondo por tratar de predecir el siguiente movimiento del implacable general. Desafortunadamente, lo demás pierde mucha importancia.
El general comparte con su mujer lo que quiere y lo que le interesa. Lo que siente y lo que sufre y nada más, para él es mujer y por tal, es peor que un peón pero mejor que un adorno de oro. No niega sus infidelidades, se las entrega buscando establecer quien es el que manda, pero sorprendentemente buscando que su mujer, a quien muy en el fondo ama, pueda sobrevivir a lo que le depara la vida. Cuando por fin ella empieza a sentir, en el final de la cinta, uno tiene que entender que el militar quería evitarle ese sufrimiento. “¿Y a usted que le falta?” le pregunta en una escena cuando lo descubre con otra mujer. Ella creyó que le faltaba sentir, él sabía que no lo necesitaba.
Es curioso como la historia empieza con una niña de 15 años, Catalina, quien atrapo toda la atención de un general mucho mayor que ella, en un México con costumbres que caducaron (o que jamás debieron existir) El general, a sabiendas que obtiene todo lo que le venga en gana, la hace su esposa, su mujer, su propiedad. No importa lo que ella quiera, lo que la familia de ella quiera, importa que él lo desea así y punto. La inocencia de ella es tal que busca ponerse a la altura de su marido, convertirse en el juguete que necesita y mantener esa imagen. No es necesario conocer a alguien para apropiarse de la persona, eso parece ser la sentencia. El problema de ella es manifestado casi de inmediato, no siente. Y la frase no tiene mucho que ver con lo sexual (aunque se explique de esa forma) sino con el descubrir que nunca tuvo tiempo de querer sentir, de decidir a hacerlo. El sentir también es parte de una costumbre, a veces maravillosa a veces terrible. El sentir involucra que todas las experiencias tengan que pasar por ahí, una y otra vez. Uno tendría que tener más tiempo en esta vida, dado que todas las decisiones que atraviesan el sentimiento ameritarían mucho más tiempo para tomarse, que para vivirse. Estudiar cada alternativa (más no solución) y precisar que ruta es la más viable, no para ser feliz, sino para no ser miserable. El amor no es todo felicidad, ni es todo tristeza, pero el sentir es todo agonía.
Arráncame la vida es, entonces, toda una declaración a lo vulnerable que es cualquier sentimiento dicho, pronunciado, jurado y vivido. No es una historia nueva y desafortunadamente, tampoco es una historia bien contada. La intención no es lo que cuenta, finalmente cada ser humano es egoísta por naturaleza, siempre irá primero el “yo siento, a mi me duele, me tengo que” y la debilidad de esa situación es más bien notable en la cinta. Por encima de los atributos de producción que la cinta efectivamente tiene (hay tomas y secuencias bastante meritorias), lo más destacable de la película es Daniel Giménez Cacho. Después de verlo recientemente en La Zona de Rodrigo Pla, como un padre de familia indeciso, el actor encarna excepcionalmente todo el estereotipo de macho mexicano revolucionario y caprichoso. Tanto es su desden al resto de los personajes que desfilan ante él, que en cada escena en que desaparece, sus frases y comentarios pesan y adquieren un sentido diferente. La aburrida y tediosa aventura amorosa entre su mujer y un desangelado director de orquesta estorba en el contexto, pero interesa en el fondo por tratar de predecir el siguiente movimiento del implacable general. Desafortunadamente, lo demás pierde mucha importancia.
El general comparte con su mujer lo que quiere y lo que le interesa. Lo que siente y lo que sufre y nada más, para él es mujer y por tal, es peor que un peón pero mejor que un adorno de oro. No niega sus infidelidades, se las entrega buscando establecer quien es el que manda, pero sorprendentemente buscando que su mujer, a quien muy en el fondo ama, pueda sobrevivir a lo que le depara la vida. Cuando por fin ella empieza a sentir, en el final de la cinta, uno tiene que entender que el militar quería evitarle ese sufrimiento. “¿Y a usted que le falta?” le pregunta en una escena cuando lo descubre con otra mujer. Ella creyó que le faltaba sentir, él sabía que no lo necesitaba.
5 comentarios:
Yo creo que también hace falta sentir. La verdad que no me atrae la cinta pero interesante lo que comentas de la vulnerabilidad y los sentimientos.
Por cierto, el primer parrafo me hizo recordar a WKW... no pude evitarlo, es como si hablaras de sus películas.
De las que por alguna extrala razón me resisto a ver... igual y la siguiente semana. Igual y porque muchos coinciden que lo más meritorio de la cinta es el hecho de que tiene una producción impresionante y a Gimenez Cacho, cosa que habla de que la cinta o historia no se sostiene del todo por si misma.
En fin, ya luego que la vea comento con más detalles. ¡Saludos!
Tiene muy buena foto y el vestuario está muy bien... pero ¿producción impresionante? ¿Por dos casas de las que sólo vemos rincones?
Ah los rostros... Ah... Los rostros. Tantos millones financiando unos close-up noveleros. Yeah!
Juniper: Pos con eso de sentir uno habla de como le fue en la feria. Ando rozando con mi lado oscuro de la fuerza, no me peles mucho.
Dan: resistete. Esta si es de "esperate a que la den en el canal 5 o 9"
Joel: Jejeje, pero nunca dije producción impresionante, nomas se ve que le pusieron algo de billete en alguna que otra secuencia. Chale, uno detiene su amargura un poquito y se lo recriminan
Duende: Jajaja... ah, como me hiciste reir.
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