La Casa



Bienvenidos a mi casa
Reglas de la casa:
1. Dios vino a mi casa y yo le
maté.

Jack y Stephanie son una pareja con miras a la separación, dirigiéndose a una importante cita. En el camino sufren un accidente que deriva en su súbita visita a una antigua casa de huéspedes, esperando poder resolver el percance al siguiente día. En la casa se encuentra otra pareja (con sus problemas individuales) que sufrieron de la misma suerte momentos antes, quienes también han quedado varados en ese paraje desolado. La casualidad hace que los cuatro personajes duden de su situación especialmente al enfrentarse a sus anfitriones, una pequeña familia de fanáticos religiosos y de costumbres fuera de lo común.

A esto se le añade un asesino experimentado que desde los exteriores de la casa, los involucra en un juego que se quiere disciplinado, recorriendo una serie de reglas, enfrentamientos personales y ajenos, pasillos interminables, puertas succionadoras, clones, una niña y mucha niebla negra.


2. Mataré a cualquiera que venga a mi casa, así como maté a Dios.

Responden a los nombres de Frank Peretti y Ted Dekker y son los autores de esta insufrible e infantil historia de “horror” religioso o el intento de una. Elementos en la vida personal de ambos escritores han encontrado una similitud. No solo que ambos publiquen para la misma editorial, que sean amigos o que sus historias de elementos sobrenaturales tengan patrones parecidos. Ambos se toparon en alguna experiencia de su vida que los llevo a acercarse de manera más comprometida a lo religioso. Es probable que no sean autores tan reconocidos, pero en el mercado de novelas cristianas, ambos son extremadamente respetados. Separo, como concepto, el mercado cristiano puesto que de alguna forma han plantado ciertas barreras (eso es lo que yo se, no es un hecho)

En estos casos, no sería una locura afirmar que deberían reforzar esas barreras. Manteniendo distancia con el aspecto religioso, la historia se debilita a cada vuelta de página, cada repetitiva situación que se plantea se siente estorbosa, sospechosa, los personajes parecen unidimensionales y ejemplares dignos de cualquier estereotipo de escritor frustrado, cantante frustrada, psicóloga frustrada y otro frustrado. Algo bastante elemental han olvidado ambos autores, el villano no es imponente solo por portar una máscara o porque sus pisadas resuenen y hagan eco en cada rincón de la casa (mucho menos porque sangre su malvada niebla negra), el villano es inclemente, inmisericorde y aterrador por la motivación que lo empuja y por la respuesta de sus victimas. Ojala existiera una motivación para los personajes y no solo hacerlos correr, llorar y gritar a la menor provocación.

Y es que no solo se trata de toda la escasa emotividad que la anécdota destila, sino de la escasez de recursos de los personajes. Es cierto que el elemento sobrenatural de cualquier novela genera opiniones muy encontradas y que para mantener cierta coherencia deben desconocer lo probable o lo posible. Pero me resulta repugnante que ante tanta situación sobrenatural, los personajes tarden dos capítulos reclamándose y diciendo: vamos por acá, no por allá, que no por acá, te digo que por allá, bueno por atrás, mejor enfrente.

En el mejor momento de la historia (cuando inevitablemente uno solo se queda para reír de la ingenuidad exagerada de cada personaje) aparece una niña, una guía quien asegura que no la han escuchado y por eso están involucrados en esa situación de pesadilla. Uno entiende la arbitraria aparición de ese personaje, siendo que es el único que habla un idioma (y no solo balbucea preguntas del tipo ¿Qué esta pasando? ¿Iremos por este camino o por este otro? ¿Pero quien ha hecho ese ruido?, Oh pero ¿Por qué a mi?), pero se cuestiona porque le otorgan ese tipo de información y desmeritan el poco interés que presentaba la embrujada casa.

3. Denme un cadáver y tal vez yo decida prescindir de la regla dos.
El juego termina al amanecer.

El psicópata que les ha enviado (vía una lata y por eso se llama Hombre de Hojalata) las instrucciones se presenta como el ente controlador de toda la aventura, atento a cada movimiento, entendiendo y previendo los movimientos de las víctimas, cómplice con la propia casa. Espectador que provoca (por medio de sus pisadas) un terror absoluto, que aunque carece de cualquier característica de personalidad, emite las pocas ideas interesantes de la novela. Su especulación es tratar de doblegar el espíritu de las parejas y provocar que se asesinen entre ellos… ¿O no? Porque ya cercano el final, su incredulidad y torpeza sobrepasa a la de sus victimas en uno de los descenlaces más parciales, tajantes y derivativos que recuerdo haber leído alguna vez.

El gran problema es que, al igual que sus personajes, ningún autor tiene el menor control sobre la vida propia de la historia y las extensiones que por naturaleza presenta. Siendo duro, de los dos autores no se hace uno digno. No parece haber ningún elemento que identifique la pericia (o ausencia de ella) narrativa de alguno y el capítulo que sigue es la copia del anterior, solo cambia un personaje y un cuarto, con los mismos diálogos austeros que debido a su constancia, desesperan al lector al grado de querer desistir de la lectura.

Si Peretti o Dekker tienen una base de leales fanáticos, la recomendación sería que se esmeren en conservarlos a cualquier costo. Así sea una secuela de este ridículo y plano ejercicio (con su final dizque abierto) o sermoneando a todos los seres humanos por pecadores. Su demostración de “la paga del pecador” observada en esta historia, hace que uno se pregunte si el pecado los incluye a ellos.
D

2 comentarios:

Cotu dijo...

¿qué quieres decir con que el mercado cristiano ha plantado barreras???

adayin dijo...

Quiero decir que ha plantado barreras. No cualquiera puede consumirlo y no cualquiera puede opinar del mismo. Digo, es mi experiencia personal. No quise ofender a nadie con eso, pero asi me fue en la feria, jaja.

Saludos