Viernes Musical V


A finales del siglo pasado, la industria musical parecía ir hacia muchas direcciones y, a la vez, hacia ninguna. Proliferaban corrientes con decenas de imitadores, corrientes estudiadas para generar millones de dólares por año. Aparentemente la creatividad les daba para asegurar que la tendencia se mantendría estable si se producían copias tras copias de grupos. Los ejemplos más emblemáticos son, por supuesto, las boy-bands (de N’Sync a Britney) y el (mal) llamado new metal (o rap metal o crap metal, como quieran, de Korn, Limp Bizkit o Papa Roach)

Pero para esos seudo-géneros, había otros que siempre se mantuvieron relativamente estables. El metal (y todas sus variantes) y el rap. El último parecía ser el ideal de la industria, el género más consumido por los jóvenes, que paulatinamente también sufrió su proceso de azucarado. No podría detallar su evolución ni su cronología, por el contrario, tendría que recomendar dos fascinantes lecturas. El narrativamente fabuloso Book of Rhymes de Adam Bradley y para turistearle a profundidad, el eminente Hip Hop World de Dalton Higgins.

El chiste es que no le podía entrar al Hip-Hop de finales de la década pasada, no encontraba identificación alguna con la música (tristemente, con los años, me di cuenta que si había alguna mínima con sus liricas) Y es que empezaron a producirse a granel solistas que trataban de agarrar una parte del pastel. Conocí MTV por medio de los videos de raperos, donde salían mujeres increíblemente exuberantes y todas arrastrándose a los pies del cantante. Poco a poco me toco descubrir, a inicios de los 90 a Snoop Dog, Mobb Deep, LL Cool J, un sector de la parte más dura del rap, el gansgta y su punto más elevado con “Cop Killer” de Ice-T. Luego un rap más alivianado, vía Arrested Development, House of Pain (mas o menos rap) y otros similares.

Toparme de frente con Usher acaparando las listas de popularidad me parecía irritante y ni la presencia de The Fugees, cuyos integrantes destilaban talento, me provocaba querer acercarme al género de nuevo. Pero poco a poco la resistencia fue derribada.

Es en esta década que el Hip-Hop ha proliferado, con sus momentos grandiosos, como con unos verdaderamente lamentables y ridículos. Lejos, muy lejos del improvisado y adictivo gansgta rap, el hip hop se lleno de color y superficialidad. No implica que el género se prostituya ni que es carente de calidad. Como costumbre, los primeros discos de Eminem, Kanye, Pharrell (con N.E.R.D) Lupe Fiasco y una larga lista mostraban mucha producción, menos abuso del bajeo y hasta varias muestras de creatividad fluyendo. En la búsqueda de la gallina de los huevos de oro se demandaba que la creatividad no se tomara un respiro y bajo amenaza, simplemente echa a correr.

A mediados de los 90, en la fatal guerra entre Death Row (de la costa oeste) y Bad Boy (costa este), los reclutas cumplían requisitos de violencia, pandillas, antecedentes penales y un odio confesado hacia su rival de costa. En el momento en que 2pac y Biggie Smalls son asesinados, esos nuevos MC’s pierden interés, el publico pierde interés, gente como Dre, Snoop, Ice-T se alejan del cuadro temerosos y la industria que movía más de 100 mil millones de dólares estaba al borde del colapso. Lo mismo Death Row con su cabeza Suge Knight como Bad Boy y Puff Daddy estaban en el ojo del huracán, acusados de ser financiados por poderosas y peligrosas mafias de Los Angeles y Nueva York, el gangsta llamaba la atención hasta del mismísimo Jesse Jackson y mirando al pasado, ambas disqueras lograban sus más grandes ventas. 2pac muerto le valió millones a Death Row (quienes por cierto, no le pagaron ni un centavo de sus multimillonarios discos en vida, puesto que Knight lo había sacado de la cárcel donde era abusado físicamente por todos y cada unos de los guardias de seguridad) Biggie también le dejo ganancias asombrosas a su amigo Sean “Diddy” Combs, el único mafioso que se jacta de codearse con la elite más poderosa de los Estados Unidos, y además, lo presume sin mucho reparo.

El triste, trágico y fascinante (tampoco hay que negarlo) episodio aún arrastra ganancias espectaculares, lo cual a la música, como negocio, siempre le ira de maravilla, pero también siempre saben como echarlo a perder.

Así que a principios de esta década, por ahí de 2001, un incidente similar empezó a gestarse, lo cual anunciaba que los responsables generarían ganancias necesitadas. En esta ocasión no eran miembros de costas diferentes, ambos pertenecían a la costa este (de Nueva York), y como 2pac y Biggie, ambos eran grandes amigos y al tocar la fama, la enemistad empezó a presentarse. En retrospectiva, se trato de los dos representantes del género más interesantes de la década. El controvertido NAS y el fashionista Jay-Z.

Y como la tendencia que ha sido el rap y hip-hop de los últimos años, todo empezó en Tupac Shakur. Siguió Notorious B.I.G. y la búsqueda y autoproclamación de ser el heredero al rapero más poderoso y popular de la tierra, soberbia pura. El pleito poco a poco comenzó a complicarse, primero con declaraciones, luego el uso de derechos sin licencia y posteriormente, lo que los fans querían, la guerra de canciones. Jay-Z renegando de él, NAS mofándose de su disquera, su misoginia y su fealdad. Jay atacando y evidenciando que se había acostado con su mujer y madre de su hijo en la canción “Supa Ugly”, cuya letra era tan brutal que hasta la madre de Jay-Z demando a su hijo una disculpa publica. Poco tardo NAS en responder con “You’re Da Man” llamándolo imitador, buscando acostarse hasta con sus mujeres.

Y si unos pronosticaban y clamaban sangre, el gusto del morbo no les duro mucho. Ambos raperos silenciaron la riña, hicieron las paces, colaboraron en varias canciones y conciertos, y por supuesto, se adaptaron a los tiempos, inyectando tanta azúcar a su música que su tendencia parece dio un giro muy brusco. Pero aún así, su nueva música sigue sonando, sigue vendiendo, sigue influenciando y siguen siendo muy respetados. NAS quien saca discos cada año bisiesto, cada vez colabora más con los integrantes de la Bad Boy y de Def Jam.

Jay-Z se caso con Beyonce, se retiro, volvió, hizo mash-ups con Linkin Park, fue presidente de Def Jam, ahora es de Live Nation, fue estelar en el Glastonbury, es co-propietario de los Nets de New Jersey y tiene en la mira al club Arsenal, de la liga inglesa. Pero principalmente, lanzó una trilogía de discos que sin duda tienen que ser de los más emblemáticos de esta década que termina: The Blueprint

Se había prometido listas y esto da pauta a una de ellas. A raíz de toda esta breve remembranza, la lista musical de la década se pondrá en la columna de la derecha, en orden de preferencia personal y con su video representativo. La lista de 28 discos de los 2000 empieza con uno de esos raperos. El disco de 2001, Stillmatic, de NAS

Y para completar el viernes musical, de The Blueprint III, Jay-Z edita (con mucha mano de Timbaland, aunque no produzca) un muy particular himno a la ciudad que lo vio nacer y establecerse como una de las personas más poderosas de la industria: Nueva York. Puede que influya la ciudad, la mención (y aparición en el video) del Yankee Stadium o simplemente estaba de humor, pero pocas canciones me han contagiado tanto en tan poco tiempo. En este momento, podría sugerir que todos la escuchen, la canción que todos tengan en su Ipod o celular, la canción que acompaña reuniones. Bien podría decir que es una de las canciones más derivativas del año, pero al mismo tiempo una de las mejores. Con la colaboración de la hermosa Alicia Keys y su poderosa voz, el video de la canción “Empire State of Mind

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