A Christmas Carol


En el camino, nos hemos ido acostumbrado a dejar aspiraciones y adaptar algunas para evitar la sensación de vacío. Todos hemos ambicionado alguna vez con algo que se nos ha dicho fantasioso, ridículo y finalmente, poco merecedor de atención. Aunque a nosotros la aspiración tenga absolutamente todos los criterios de calidad, la soltamos porque tanta gente no puede estar tan equivocada. Aprendemos, desde ese momento, a ceder, a acallar los propios impulsos, que pueden ir de una llamada a una meta.

Cedemos ante todo, menos ante nosotros. Y cuando admiramos todas esas fantasías, se despierta un inevitable recelo, un reclamo. No haber sido lo que en verdad queríamos ser, no haber decidido lo que de verdad queríamos decidir. Culpables se señalan por todos lados, dentro y fuera. Pero así lo toleramos, así hemos entendido la manera de ceder.

La navidad suele provocar la proliferación de (re)sentimientos, negativos y positivos, de felicidad, de tristeza, la temporada más fría y cálida del año. Eso también ha sido impuesto. Y si un 19 de diciembre de 1843, no se hubiese publicado la ejemplar historia de Dickens, pocos se hubieran atrevido a reconocer todas las contradicciones que al paso de sus vidas han ido construyendo. El Cuento de Navidad (o A Christmas Carol) ha sido revisado en innumerables ocasiones desde diversas perspectivas, pero siempre manteniendo lo esencial de la obra, las consecuencias. Se asumen, se entienden y se tratan de afrontar, más nunca son enteramente satisfactorias. Pareciera que también hemos entendido que hay que doblegarse a muchas de ellas, que hay que bajar la cabeza, condescendiente, aceptando sin refunfuñar. Y las miradas buscan su origen, uno o varios. El final del año conlleva a esa inevitable introspección y en el aspecto más agradable, también facilita la reconciliación, con lo que nos rodea, pero principalmente con nosotros mismos.

Así que el gruñón Scrooge tiene que enfrentar a espíritus destinados a sacudir lo más accesible y lo más terco de su personalidad. Aceptar todo lo malo que ha ido cimentando a lo largo de sus días significa también reconocerse perdido, sin salvación, desperdiciado. Consecuencias. Pero siempre que hay un camino quebrado, hay un retorno de el. Scrooge (como todos) no carece de bondad, ni de maldad para el caso, simplemente ha decidido que aspecto le conviene más para las aspiraciones que se forzó a tomar (rechazar un matrimonio rodeado de pobreza, evitar el contacto con personas que pudieran abandonarlo y lastimarlo) y fue tal la voluntad de su acción, que olvido completamente cuál era la motivación de la misma. Desde el más allá, la única “amistad” que conservo ha llegado a advertirle que su permanente condena no tiene porque ser compartida y a través de la más popular noche del año, el viejo Scrooge tendrá la oportunidad de reconciliarse con su pasado, con su presente y adaptarse a un futuro al cual no esta acostumbrado.

A Christmas Carol versión 2009, es la más reciente adaptación (porque dudamos que sea la última) aprovechando la acelerada imaginación de Robert Zemeckis (quien también se encarga del guión) un director que ha sido alabado y menospreciado por igual. Nadie olvida el frenetismo que creaba a mediados de los ochenta con la saga Back to the Future (1985), su innovadora mezcla animada con Who Framed Roger Rabbit (1988) y su increíblemente cursi revisión a toda una generación americana vía Forrest Gump (1994), el director indudablemente tiene conocimiento y control absoluto de lo quiere que se vea en pantalla, tanto en el aspecto visual como en el narrativo. Por encima de la tecnología aplicada (que es sin duda monumental), la espectacularidad de la animación y los cuidadísimos detalles, la funcionalidad de la cinta depende exclusivamente en Zemeckis y el director lo hace al pie de la letra, ocupando todos los recursos disponibles. Y no hablo del aspecto digital, sino de lo impecable de sus transiciones, la movilidad de los personajes derivadas de la aceleración de la historia y la vitalidad de su narración (algo que Beowulf, su anterior cinta, carecía) Lo logrado por el director se debe a lo actual de la historia que toma, pero también del respeto que Zemeckis le tiene, respeto que no se traduce en temor a la hora de plasmar cada cuadro que ha diseñado y todo el brutal equipo de trabajo que hay detrás.

Como cada final de año, esta cinta es el preludio a la abismal cantidad de cintas navideñas con mensaje. La parte favorable es que este mensaje ha pesado mucho en muchas épocas diferentes (y ni que hablar de la joya que protagonizaba Bill Murray, Scooged, de Richard Donner) Es un mensaje sin mucha moraleja (a pesar de que así se ha entendido) No, no vamos a ser visitados por seres de ultratumba que desean mostrarnos nuestras acciones que nos han llevado a nuestras realidades. No sucede así, simplemente porque no queremos. También respetamos esa parte.



A Christmas Carol (2009) * * *
Dir. Robert Zemeckis
Guión: Robert Zemeckis (basado en la novela de Charles Dickens)

2 comentarios:

Joel Meza dijo...

Acá la pusieron en el IMAX, así que si la voy a ver en 3D, pos de una vez que sea en la pantalla más grande. Luego te platico.

adayin dijo...

Jaja, funciona el 3D, mucho mas que el promedio. Me cuentas