Must List / II


Yo lo mate”, dice el hombre, “lo mate por dinero y por una mujer. Ahora me quede sin el dinero y sin la mujer”.

El dialogo da inicio a un desenlace, uno que anticipadamente nos han presentado, las palabras aluden a un fatalismo inevitable, decidido y aplazado. El hombre, herido y sudoroso, se confiesa, aunque como él lo dice, no es esa palabra que lo define. Lo que busca es la redención, en su modalidad más pesimista. Para conseguirla necesita lograr la empatía de sus colegas, de su amigo, pero principalmente, del espectador.

Tan pronto hemos escuchado esas palabras, somos transportados al inicio de esa tragedia que revelará Walter Neff (Fred MacMurray), carismático y egocéntrico vendedor de seguros, quien durante una visita a la residencia Dietrichson para renovar una póliza, se convierte en comprador de la fascinante Phyllis (Barbara Stanwyck) quien a pesar de su rutinaria faceta de victima, sabemos que va a controlar el destino del protagonista, de sus acciones, de sus penurias, de todos menos el suyo. Walter es demasiado arrogante para percibir que la situación esta fuera de su alcance, pero también siente demasiada curiosidad por lo que la mujer representa, la atracción que tiene hacia desde el primer instante que la ve (ataviada solo con una toalla), el reto que asume para actuar como cabeza y salvador y también la sensación de peligro que involucrarse le representa

Billy Wilder sabía que todo en un guión es necesario, de lo contrario, es texto inservible. Desde sus deliciosos monólogos en off (como lo haría después con otra obra de arte, Sunset Boulevard, 1950) hasta la cadena en el tobillo, todo esta colocado para crear un espacio fantástico, propio, único, pero también evidente en su reflejo de la maldad humana, de la tendencia a lo censurado. No hay detalles sueltos, casuales ni sugerentes, cada momento introduce información relevante, los diálogos nunca son gratuitos, las emociones parsimoniosas. Y como no habría de serlo, si la historia lleva la firma del mismo Wilder y de Raymond Chandler, adaptando una novela (o serial) de James M. Cain quien a su vez, tomo inspiración de un caso real sobre un ama de casa que planeo, con su amante, el asesinato de su esposo.

Lo que la cinta desencadeno fue una soberbia aproximación, no solo al espíritu humano, no solo a la manera de contar historias, sino también a la forma de hacer cine. Wilder visualiza un manual sobre el film noir. Su mundo es uno de invadido de sombras, en una urbe que solo vive de noche. Sus personajes avanzan por esa oscuridad dilucidando siluetas con el humo del cigarrillo, lanzando excepcionales frases dentro de escenarios sofocantes, encerrados, casi paranoicos. Todo para llegar a la incomodidad de un impulso instintivo del humano, Walter se dedica a eso, analiza toda situación para evitar cualquier fraude, busca hoyos dentro del razonamiento. Desde su interna posición, quiere pensar que puede engañar al sistema, engañarse a si mismo. Y el director aprovecha ese contraste, no únicamente visual, para dejar que sea el espectador quien se engañe. En el inicio, sabemos que ese plan casi perfecto ha fracasado, algo ha fallado. Es en ese encierro característico del género en el que vive el personaje donde buscamos aliarnos a ese villano, a ese asesino, a esa patética figura en sombras que implora por la comprensión, por la degradación, casi por la aceptación de que no somos mejores que él.

Y no lo somos, creemos serlo. No es su voz quien nos acompaña en el trayecto, no es la ejecución perfecta de un plan solo revelado con la acción (y una de las secuencias más elegantes e impactantes, cuando ella ocupa el cuadro y toca por tercera vez la bocina del auto) ni tampoco son las múltiples facetas que cada personaje explora (la hija, el novio, los superiores) Como audiencia, todos hemos pasado por ese recorrido, al menos internamente, sabernos por encima de la situación, capaces de salir librados de cuanto mal provoquemos. ¿Es posible? ¿Es realizable? ¿Somos capaces?

“I wonder if you wonder”, le dice Neff a ella durante su primer encuentro. Lo mismo nos dice Wilder a nosotros.

Double Indemnity (1944)
Dir. Billy Wilder

3 comentarios:

Möbius el Crononauta dijo...

Diablos, si esta película no fuera imprescindible, es que nada lo es.

Hay gente que tal vez piense que puede vivir sin verla... también los habrá quienes crean que pueden vivir sin oxígeno... ¡así les irá!

Saludos

adayin dijo...

Así les irá... completamente de acuerdo. Saludos

Ana A. dijo...

Apuntada... bien por la actualización...