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¿Y esto?
Estrenado en Sundance en el 2006, este documental recibió toda clase de halagos y fanfarrias por casi toda la crítica especializada. Su creador, Kirby Dick venía de hacer varios documentales con temáticas mucho más serias, por lo que a muchos sorprendió que su siguiente proyecto funcionara más en tono de comedia, muy en deuda con el estilo Michael Moore, para reflejar el trabajo de investigación que Kirby y su equipo se encomendaron para evidenciar la hipocresía de un sistema que se dedica a censurar y prohibir películas, bajo un esquema de organización responsable e imparcial especializada.
¿La hipocresía de quien?
El villano es la organización encargada, desde 1966, a determinar las clasificaciones que tendrán las películas a la hora de exhibirse. La mentada MPAA y su creador, Jack Valenti (cabeza de la organización de 1966 a 2004), antiguo colaborador de la administración de Lyndon Johnson, republicano, anticuado y, tendenciosamente, dibujado como el ícono de la hipocresía en todos los sistemas de control norteamericanos (y del mundo, pal’ caso) Kirby se da a la tarea de concentrar las opiniones de directores de cine que se han enfrentado contra ese organismo y que terminan derrotados, mutilando y modificando sus obras para adecuarse a los estatutos y tener, de esa forma, la oportunidad de exhibirlos.
¿Y que pasa?
Uno podría decir “casi nada”, en la actualidad se siguen obedeciendo patrones similares. La acción proviene del documental, pero la reacción depende de los espectadores. Por espacio de 90 minutos, el director maneja dos tramas (o arcos o narrativas) La primera, evidentemente, es la temida modalidad del documental: cabezas parlantes. Temida porque aunque las palabras tengan toda la resonancia y relevancia, carecen de la acción a la que los espectadores se han (nos hemos) ido acostumbrando. A modo de atracción, los entrevistados son los propios directores, narrando sus frustrantes experiencias con la asociación, con la temida censura escondida con la leyenda NC-17. Ahí esta Kimberly Peirce (Boys don’t cry) aun buscando una razón para creer que esta bien si asesina a su protagonista a cuadro, con lujo de detalle, pero esta mal que se tome casi dos minutos en tomar el rostro de su actriz mientras tiene un orgasmo. O Kevin Smith (Clerks) quien ha sorteado innumerables batallas con la MPAA, o un Wayne Kramer (The Cooler) acompañado de Maria Bello relatando su pecado por filmar parte del vello púbico de la actriz. En el desfile de tragedias, aparece desde el “infame” John Waters (nomas porque se sabe el nombre y descripción de unas perversiones sexuales), el elocuente Atom Egoyan (Where the truth lies), Darren Aronofski (Requiem for a dream), Mary Harron (American Psycho), Michael Tucker (Gunner Palace) y el siempre oportuno Matt Stone (South Park)
Así se arma un compilado de frustraciones y denuncias (bien argumentadas) que le dan al director la oportunidad de enlazar la segunda narración. En palabras de Kirby, existen únicamente dos organismos en E.U. que niegan el derecho de dar conocer el nombre de sus empleados. Una es la MPAA, la otra es la CIA. Su idea de contratar a dos investigadoras privadas para revelar tanto las identidades como el motivo del misterio tiene momentos muy logrados (en especial, aquel donde revisan la basura de un miembro encontrando un formato para calificar una cinta en base al sexo, los insultos y los desnudos) como otros muy fallidos, que aunque le quitan ritmo a la historia, logran culminar en un desenlace por demás agradable.
¿Dónde, donde?
Mucho se menciona la idea, pocas veces se dice la palabra. Valenti tiene algo (muy poco) de razón cuando en una entrevista asegura que la MPAA ni ayuda ni perjudica a una cinta, la cual tendrá ya su base de espectadores o no. Si bien es cierto que en papel son meras clasificaciones y que uno puede apelar el resultado, la realidad es que la temida NC-17 obedece a una censura directa. Prácticamente (salvo casos muy contados) ninguna distribuidora ni exhibidora desea involucrarse con una cinta condenada con esa clasificación. No hay los TV Spots, no hay material promocional, no hay exhibición, por lo tanto no hay conocimiento de su existencia. Un tanto radical, pero también hay algo de verdad en eso.
Si ya es de dudar que en los miembros de la asociación que vota para determinar la clasificación de una cinta se incluyan miembros del clero, uno queda sorprendido, molesto, indignado al saber que los miembros que responden a una apelación son los dueños de cadenas exhibidoras, distribuidoras y televisivas. Kirby Dick estaba condenado desde un inicio (tan así que el documental efectivamente obtuvo su NC-17) pero su aproximación llamo tanto la curiosidad que el DVD resulto un verdadero éxito.
Todo esto es el punto de vista de una de las partes. Aunque a la otra parte no le interesa responder. El organismo sigue ahí y todos somos cómplices. Es el encargado de colocar la advertencia, sobre fondo verde, en cada tráiler o avance que vemos en el cine. Ahí esta, invisible pero omnipresente.
Para conocer cuales son las clasficaciones y su contexto, ahí esta este completísimo video:
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