You do realize, of course...


Había una vez un carismático y agresivo hombre de negocios, escalando hacia la cúspide de su carrera profesional, conocedor que se requiere de una frialdad calculadora para alcanzarla, pero desconociendo que tal desapego a la vida ha hecho perder su capacidad para reconocerla. Así avanzaba por la vida, aludiendo a las envidias, disfrutando los rencores que ha generado a su paso, convirtiéndose casi en un criminal inescrupuloso que viste costosos trajes. De repente, el día le tenía preparada una última confrontación. Había conseguido ocultar el recuerdo que le debilitaba en su carrera, en su decisión de vida que quería tomar. El recuerdo de su infancia, de los veranos que pasaba a lado de su tío, de entender que solo de las derrotas se puede aprender y cuya primera lección es reconocer que la victoria se disfruta más. La noticia de la muerte de su tío y ser el único heredero de un viñedo le envía a Francia, escapando de una investigación que se hace en su contra y esperando ser capaz de enterrar todo recuerdo que aparentemente le debilita al concretar la venta de dicho terreno.

Llegar le presenta pronto todo tipo de complicaciones, que en su simpleza parecen hacer imposible la tarea propuesta. Actos de una inocencia que el hombre de negocios es incapaz de resolver le obligan a permanecer más tiempo. Confiado de ser capaz de resbalar todo sentimiento y recuerdo que se presente, el hombre de negocios empieza a cruzarse con todo aquello a lo que no estaba preparado, compartir una cena con lo más cercano que tiene a ser una familia, conocer a una mujer que le profesa un increíble desencanto y descubrir que el viñedo, de la mano con sus recuerdos, le ofrecía mucho más interés que su rutinaria profesión.

En este momento, la fábula llegaría a una conclusión, tal vez tendría cierto descaro para presentar una moraleja. Tal vez provocaría a la audiencia cierta reflexión, cierta interpretación. Quizá debería decir que las cosas más sencillas y simples de la vida, aquellas que empezamos a considerar monótonas son las únicas que uno se va a llevar. Quizá lo hace.

Y en el momento justo donde la enseñanza se acumulaba para dar una respuesta, el hombre de negocios sentado a la puerta de su viñedo, con la familia a su lado, observando a su hermosa mujer que siempre le amo desde niños, ha recibido una llamada del mejor amigo de su vieja vida. Sería la envidia de conocer que su amigo tenía la vida que todos aspiraban, pero cuya perfección intimidaba y le hacía imposible de alcanzar, siquiera intentar, lo que produce su argumento.

- Max – le ha dicho el amigo al hombre de negocios - ¿te das cuenta que lo que tienes ahí no va a durar? – Max lo duda – Y por imposible que te parezca ahora – continúa el amigo – esas cosas que te parecen tan únicas y atractivas, pronto se convertirán en el horror de tu vida – Él escucha esas palabras, admirando un paisaje de una belleza desproporcionada, el amigo prosigue – Y después de unos meses de comer, beber, dormir, tener sexo, ¿que futuro puede esperarte? El aburrimiento.

El hombre de negocios tiene que colgar, lo hace con una sonrisa y va hacia la mujer que le había confesado tanto y recordaba tan poco. Parecía que su intención era expresar su duda, su apresurada incomodidad frente a ella. Y si ella lo sabía, no fue importante, rápidamente elude el tema, uno que eventualmente tendrían que retomar. Pero no en esta ocasión, no en este cuento, mucho menos en los 120 minutos que la cinta dura.

Me hubiera gustado decir que me provocaba cierta culpa disfrutar A Good Year (Scott, 2006) cuando en la realidad, ha sido muy doloroso reconocer que la había disfrutado tanto y que su brutal moraleja había sido el perfecto desenlace, uno que no esperaba ver reflejado, un breve monologo (acompañado de la poderosa música de Marc Streitenfeld) que le daba ese reconocimiento a la historia, ese descubrimiento que siempre se esconde en una fugaz belleza.

Esto invoca a lo mismo, parece decir. ¿Qué realmente se pierde con una pérdida? ¿Qué se adquiere, se fortalece, se reduce? Max perdió el recuerdo más feliz de su vida, después perdió a su tío, perdió su vida, perdió su coraza que le hacía inmune a cualquier sentimiento que pudiera destruirlo. En el camino es probable que haya ganado mucho, especialmente saber que apegarse a algo, lo que fuese, era peligroso. Todo esta destinado a terminar, todo tiene fecha de caducidad, principalmente las relaciones humanas (familiares, amistades, románticas) Y la trayectoria que se tomo para llegar a esa pérdida será cuestionada, renegada y añorada.

A Scott le llovió todo tipo de críticas por esta fabula (hay recordar su inmortal lema de chik flick for dudes) cuya lineal simpleza fue el principal defecto que le encontraron. Si pudo haber sido la mayor virtud, ¿para que, entonces, negar tanto? Es la lucha para resistirse lo que produce tanta satisfacción una vez que se llega al resultado. Aunque el resultado, breve por naturaleza, siempre deja confundido al receptor. Finalmente el encanto también tiene caducidad.




A Good Year (2006)
Dir: Ridley Scott
Guión: Marc Klein, basado en la novela de Peter Mayle

9 comentarios:

Joel Meza dijo...

... this means war?

(Yo creí que se trataba de una nota sobre Bugs Bunny.)

No he visto esta y eso que soy incondicional de Scott.

elvis dijo...

El encanto también tiene fecha de caducidad. Pues muy posiblemente sí, y pensándolo bien mejor que tenga a que no, la verdad.
Qué buena valoración de Serg tiene esta de Scott, no creo que resista mucho tiempo sin verla.

Y de veras, mil gracias por ese comentario, no sabes todas las sonrisas que me has conseguido sacar (aunque reconozco que no es difícil) en los 6/7 segundos de lectura. Muy conmovida me has dejado.

adayin dijo...

Mantovanni: Gracias por la visita. Leia que ponías que varias entradas de varios blogs rozaban con ideas similares. Igual por estos tiempos se van conectando las cosas.

Joel: Si, en realidad empezó asi. Pero poco a poco, Bugs desapareció de cuadro y entro Crowe. Ni se como paso eso.

Elvis: Ojala la veas pronto. Por lo general yo soy el que obedece tus recomendaciones. Espero que lo conmovida te haga mejor. Un abrazo

Ana A. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ana A. dijo...

Ah no se que le pasa a la máquina, (ups, borré el anterior) pero ahi va de nuevo mi comentario:

Serg,
Ayer que leí tu post pensé en rentarla saliendo del trabajo y verla, fue muy aventurado, la tarde no me lo permitió.
De todos modos me cuesta mucho trabajo coincidir con esa idea tuya de que todo termina, y más el encanto, ese en especial se marchita más no muere de repente y sin aviso, de nosotros depende si lo dejamos morir o lo alimentamos.

mike dijo...

5-0 y contando

:)

adayin dijo...

Ana: Probablemente tengas razón. No tienes que coincidir conmigo. Cada quien habla como le fue en la feria

D: 6. 6 y contando. La neta ni te iba a pelar, pero pinches yankees no han terminado con mi higado y luego me enfermo bien feo y ahi estoy, todavia viendoles hacer el pinche ridiculo. Ya que te ganen cuando vas 6-0... no tiene perdon. Bueno, hasta a A-Rod me hacen extrañar...

Joel Meza dijo...

Se me hace que estás viendo juegos pasados de los Aguilas de Mexicali en vez de los Yankees, Sergio.

La hermana de Sergio dijo...

BOB, AL PARECER EL CINE SIGUE TENIENDO SU ENCANTO Y NO CREO QUE TENGA CADUCIDAD.. O TU SI?
SIEMPRE ENCONTRARAS ALGO A QUE AFERRARTE, LA EXCUSA PERFECTA PARA DESCANSAR TUS CULPAS, PLACERES, INSEGURIDADES, EMOCIONES EN GENERAL POR LO QUE NO CREO QUE NADA DE ESO TENGA CADUCIDAD A MENOS DE QUE DEJES DE SENTIR (COSA IMPOSIBLE SOLO QUE ESTES MUERTO) Y DUDO MUCHO QUE LAS RELACIONES SE TERMINEN SOLO SE TRANSFORMAN, POR QUE AUNQUE DEJES DE VER A ALGUIEN SIGUES TENIENDO RELACION CUANDO LOS RECUERDAS. SLDS.