...solo queda cantar...

En el lugar donde trabajo hay dos personas que buscan hacerse la vida de cuadritos. Es casi su deporte preferido. Una vez me toco estar en medio de ambos bandos (y es que ambos bandos están encima de mi) y salí, por supuesto, quedando mal con los dos. La única respuesta, quizá la más frustrante, fue el inequívoco e inofensivo “yo no me meto”

Eso me recuerda ahora. Entre tanta mentada cadena de conspiración por la condición sanitaria que hay en el país, uno quisiera decir yo no me meto. Pero también la tolerancia de uno se termina (de por si no hay tanta) y desespera. Ya leí todas las conspiraciones (que involucran drogas legales, ejércitos invadiendo países, laboratorios creando más virus) y ya me aburrí. Que cada quien saque su conclusión. Por lo pronto, y en calor, me encontré con un artículo de un periodista que leí casi toda mi juventud. Quizá porque en ese mismo periodo me acerque a todos los libros de Jorge Ibargüengoitia, algún paralelismo le encontré (sin decir plagio, aunque casi)

El texto integro esta en este link. Algunas ideas se me quedaron, otras no, pero tiene razón en unas, como estas:

“Digo, aunque estemos seguros que el barco se está hundiendo y que el capitán nos ha mentido como nos ha advertido desde tiempos inmemoriales el maestro Leonard Cohen, siempre nos quedará la seguridad de que la cosa podría estar peor. El terrorismo sanitario toma por asalto nuestras vidas, cierran restaurantes como si fueran focos de infección, la gente, aún aquella a la que no tocarías por principio ideológico humanístico, teme tus contagios.

El que tose o estornuda es condenado al aislamiento mientras a la masa le urge por ejercer su derecho al linchamiento. Los oportunistas y los histéricos, que a veces son lo mismo aunque no sean iguales, se aprovechan capulinamente hinchándose los bolsillos: ya se sabe, cuando en la calle corre la sangre, es momento de hacer negocio.

No hay cines ni teatros, y los baños de pueblo están vedados. La máxima diversión son nuestros rostros embozados, como de prófugos de una clínica del ISSSTE, que con ingenio se decoran a la manera de una forma de resistencia a las proclamas del melodrama ranchero.

Ya nadie quiere venir al DF, ni siquiera huelguistas, marchistas, paristas ni profesionales de la protesta que aquí han hecho su nido.

Un hombre sin cubrebocas es como un estudiante en el 68, un encuerado de los 400 pueblos con ropa, un naco en Santa Fe o una niña bien en Tepito“

Si. Que la gente siga creyendo que es el apocalipsis, es una tentación tan romántica esa de idear el final de los tiempos, formar parte de la historia, del desenlace, de lo que sea. Siempre ha sido un lugar común, no veo porque ahora cambie.

Yo sigo pensando en que una señal del apocalipsis fue el siguiente video (falso, real, pagado por un asiático loco y sin nada que hacer con su dinero) No se si emocionarme o entristecerme. Pero definitivamente es una señal. De algo, lo que sea.



Update... Antichrist


La primera vez que me tope con el cine de Lars Von Trier fue por el 2002, vía su cinta Los Idiotas (1998) y acabe verdaderamente emocionado e intrigado por su director. Eran muchos los que me rodeaban que hablaban maravillas del director, su estilo y su supuesta orden dogmatica. La gran mayoría solo había visto Dancer in the Dark (2000) y se conmovieron a tal nivel con Björk y su historia, que juzgaban una trayectoria con solo una cinta. Como buen seudo-intelectual, seudo-freek, seudo-mamon, me di a la tarea de revisar lo que pudiera conseguir de Von Trier, exceptuando, por supuesto, aquella cinta de la cantante islandesa (sigo sin verla y me siento bien)

Me encontré con igual cantidad de sorpresas como trillados convencionalismos disfrazados de arte del nuevo siglo. Cualquier opinión merece Von Trier y eso es lo más destacado, no es un director que pasa desapercibido, que no merece atención y que no posee su grupo de fanáticos (como de salvajes detractores) Su cine no es el más accesible, ni tampoco el más demandante. Tengo que decirlo, a pesar de su arrogancia (tanto personal como profesional) Von Trier es un director muy interesante. De recomendar, sin duda mencionaría Los Idiotas, El Elemento del Crimen (1984) y la serie televisiva The Kingdom (1994) que desafortunadamente no pude conseguir completa.

Sin embargo tengo que admitirlo. Me llevará la corriente o lo que sea, pero Dogville (2003) es por mucho su mejor obra y una de las cintas más absorbentes e intrigantes de los últimos años. Temáticamente, la cinta lleva a mil discusiones, interpretaciones, argumentos y quejas. De esas secuencias que uno no puede borrarse, aquella donde Nicole Kidman cobra venganza contra la mujer que destruyo sus figuras, es una de muchas. Admito que cuando Von Trier menciono que el arte de la cinta era directamente inspirado por sus horas de juego en el Silent Hill, me agrado de más.

Así en el 2009 llega otro proyecto (el más comercial, quizá) titulado Antichrist. Entre el drama y el horror, géneros que no le son ajenos, veremos ahora que curiosidad le quita el sueño al director danés. Aún sin ser horror, el cine de Von Trier da miedo. Pero también da curiosidad


Hatchet


Hay anécdotas que suelen ser mucho más interesantes que toda una historia. Hay que reconocerlo, todos tenemos una adicción por el detalle bastante incomprensible. No podemos escuchar todas las anécdotas y algunas no necesitan ser escuchadas. La de Adam Green no entra en las últimas. El director de la tan celebrada cinta Hatchet (2006) ha contado esa anécdota en cada festival que se ha presentada, a cada persona que no le ha preguntado y hasta en los extras del DVD esta narrada a detalle.

La anécdota no es breve (si la quieren checar esta en este link) pero involucra la forma en que Green conoció la música (su principal motor), en específico el glam rock (me niego a considerarlo dentro del metal) principalmente vía la inmortal (y en ocasiones ridícula) imagen de Dee Snyder y la forma en como el líder de Twisted Sister le respondió una carta que cambio la vida de Green.

Hatchet, entonces, cobra vida como el sueño más emblemático de su director y una especie de recreación a todo lo que veneraba de niño, todo lo que formo parte de su evolución a adulto y como cada episodio de su vida seguirá arrastrando la anécdota de vincularse con su ídolo Snyder, a quien por más extraño que parezca también le rinde tributo.

Varios amigos se lanzan al Mardi Grass en Nueva Orleans, supuestamente para ayudar a uno de ellos a olvidar y superar una relación con su novia que fracaso después de 8 años. Tal amigo no tiene ningún interés por el desfile (mucho menos por sus tradiciones con los collares…. ¿cómo pa que?) y si demuestra atención a un famoso paseo en lancha a través de un pantano que se dice hechizado y maldito, donde todas las tragedias inician. En compañía de uno de sus amigos, un arremedo de guía, dos actrices porno, su director, una pareja de amables viejecillos y una misteriosa mujer (jaja) emprenden tal recorrido para, por supuesto, descubrir que el pantano nada de legendario tenía, todo era demasiado real.

Real para ellos, los personajes, porque una vez que el encargado de convertir todo esto en un slasher aparece, sus métodos destructivos son exquisitamente ridículos, por no decir ridículamente exquisitos. El asesino de nombre Victor Crowley es una deformidad desde nacimiento, al que le hacían burla y cuyo padre resguardaba cuidadosamente en casa, creyendo que de esa forma lo protegía. La casa merodea el pantano. Ellos llegan al pantano. Crowley nunca abandono el lugar.

Green creció viendo todo lo slasher que se encontró y se nota en cada secuencia. Crowley es capaz de desprender articulaciones completas de sus victimas en un solo movimiento, despellejar cabezas, levantar y estrellar cuerpos a placer. Pero también es lo suficientemente torpe para que con un empujón caiga al suelo desmayado, permitiendo que los inocentes crean que se han salvado de tal situación. Paso por paso, letra por letra, Green sigue el esquema que como fan añora y ansía vivir, muertos apilados, asesinatos en las formas más bizarras y suculentamente gráficas y un asesino indestructible asechando, en el más sepulcral silencio, y descontando personajes.

Como autentico fan en posesión de una cámara de cine, un equipo completo y un millón de dólares para recrear su sueño, Green se enreda en su propia autocritica. Sabe que no esta construyendo nada innovador, no pretende ganar premios, ni quiere ser la película que cambie el rumbo de la cinematografía actual. Es un fan, haciendo una película para él y otros como él. No puede esconder su emoción de contar en sus filas a leyendas de ese género como Tony Todd o Robert Englud, como tampoco puede esconder su autentica emoción de estar creando algo similar a lo que él atesora. Como fan, no pude dejar de reír en toda la cinta y aplaudir el brutal exceso de sangre y tripas que se muestra. Nadie tiene de malo eso, pero tampoco puede exigir un interés mayor al que ya le han dado.

Es una destrucción sin sentido, sin origen y sin final. Aunque ese final, tengo que reconocerlo, casi me hizo sucumbir ante todo el encanto que Green quiso imprimir en toda la historia. Hatchet es más una anécdota, como la que su director cuenta sobre Snyder. Nada más, pero nada menos.



Hatchet (2006)

Dir y guión: Adam Green

Actúan: Joel Moore, Tamara Feldman, Mercedes McNab

Main Themes


Así fue la historia. Revisaba una página que acostumbro revisar dos o tres veces por semana, de nombre darkhorizons, donde colocan noticias, rumores, estatus de las cintas y cualquier otra cosa que el afamado Garth Franklin tenga ganas de postear. Mi constancia a dicha página principalmente se deriva en los estrenos de los trailers más calientitos y recientes.

Bueno, revisando cuales eran las adiciones al listado, me tope con el avance de Thrist, unas entrevistas en el set de Halloween 2 y hasta el previo de Rudo y Cursi a estrenarse en Mayo en Estados Unidos. Pero mi atención la atrapo una cinta que no conocía, cuyo título, Hunter Prey, me resulto llamativo. El tráiler (acá dejo el link) no presenta nada ni parece ser muy interesante. Resulta que la cabeza del proyecto es un famoso asistente de efectos especiales, que tuvo la idea de sacar un fan-film de 8 minutos que junto el respeto de (casi) todos los geeks del mundo y alcanzó una fama que ni siquiera él imagino. Sandy Collora empezó su carrera como ayudante dentro del estudio de Stan Winston, modelando, desarrollando y colaborando en ideas para cintas, en su mayoría, de ciencia ficción. Hunter Prey es su debut en la silla de director y se dice es una mezcla entre Predator y Con Air

Pero Collora ya trae el efecto fan-geek que pocos pueden presumir. En 2003, su famoso cortometraje vio la luz, vía youtube y llevaba como título Batman Dead End. Me toco verlo a su estreno y fue una sorpresa descubrirlo, la verdad esta muy bien hecho, demostraba cierta vitalidad y reflejaba parte del aprendizaje que desde los 17 años Collora adquirió. El detalle fue lo importante, cruzaba (u homenajeaba, si se quiere) las historias de personajes iconos del comic y de la ciencia ficción, donde el súper héroe cazaba a un Joker recién fugado del Asilo Arkham solo para enfrentarse contra un Alien y un Depredador. El video (que pueden ver aquí) fue tan popular que los fans clamaban su realización en un largometraje en fondo y forma. Collora después realizo un falso tráiler donde ahora las vidas de Superman y Batman eran las que se cruzaba, con un Luthor y un Dent en el camino.

Indudablemente, los videos eran más para fans, realizados por un fan, que para el público en general (de ahí también su distribución) Pero ese no es el tema. Ese era el antecedente. Viendo una vez más ese corto, algo me pareció que funcionaba mejor. En el momento en que el Depredador hace su aparición, la tonada de presentación me emociono. La música creada para aquella maravillosa cinta de Schwarzenegger es casi inmortal y un claro referente, que desde luego Collora tuvo que tomar para su corto.

Es indudable que la música, el score original creado para una cinta juega un papel fundamental y que muchas veces es el recuerdo más vivo que el espectador conserva. Eso lo digo por la experiencia. Hay muchos temas de cintas que nunca saldrán de mi cabeza, los hay clásicos y no tanto. Así youtube me llevo de la mano al que quería, inconscientemente, encontrar. Este es el video:

Una persona comentaba, en la página de youtube, como no daba nada por la cinta, no le producía ninguna emoción, de hecho, ni ganas tenía de verla. Sin embargo, una vez sentado en la sala, escuchando tan inmortal composición, todo cambio. Volvía a ser niño (que es el efecto al que todos aluden) y desde ese momento le entraba a la cinta con el corazón abierto, complaciente a todo lo que se mostrara en pantalla.

Sigo creyendo que menospreciaron de más la cinta de Singer, Superman Returns (2006) bajo diversos esquemas de argumentos. Cierto, carece de mucha virtud y mucha nostalgia. Es muy derivativa y en momentos aburrida. Se siente forzada y no emociono a nadie. Pero tampoco era justo el trato tan miserable que le dieron. Que si querían de vuelta a Hackman, que la dirigiera Donner y demás nimiedades por el estilo. Sea como sea, a mi me toco verla en pre-estreno, en IMAX 3-D y la pantalla era una monstruosidad. Será por eso mi recuerdo que en el momento en que la primera nota se eleva y se silencia, para presentarse más armada, con compañía de tres notas más, todo cambio. No me había tocado ver esa secuencia de créditos, ni la música en una sala oscura. Y me paso lo mismo. Tal era mi emoción de escuchar y ver esa secuencia, que le perdono todo a esa cinta de Bryan Singer. Todo, de plano.

¿Cuánta música no ha hecho eso? O más bien, ¿Cuántas películas no han dependido de su score para almacenarse en un lugar privilegiado y a veces no merecido?